miércoles, diciembre 20, 2006

Un cuento sin grandes pretensiones

De camino a la cocina.
Estaba tumbado en la cama, leyendo a Poe. Me entró un antojo, uno de esos antojos infantiles y estúpidos propios de los niños y las embarazadas: un vaso de leche.

Como era muy gordo, o no tanto, pero lo suficiente como para hacerme el propósito de no tomar nada entre comidas, decidí aguantar.

Media hora después. Seguía tumbado en la cama. Me quedé dormido y soñé. Soñé con un mar de leche. Olas gigantes y cremosas rompían en la playa formando una espuma fresca y densa. Me bañaba y abría la boca sumergiéndome. Pero no tragaba nada; me dije: "Hasta dentro de dos minutos, nada". Y me regodeaba esperando que llegara el sublime momento, el momento del gozo, del éxtasis, el momento de dar el gran sorbo de leche, espumeante, dulce. Llegó. Abrí la boca y ...¡joder! me desperté.

No podía más. Me levanté. Abrí la puerta. Mis manos temblaban. Salté asustado cuando sonó el teléfono.

- Hijo, cógelo tú, por favor.

Era Alfonso. Quería que le resolviera una duda de matemáticas. Media hora después colgué el teléfono (es un poco corto Alfonso).

Quedaban pocos metros; el cuarto de Zezé, mi hermano pequeño, y la siguiente puerta, la cocina El corazón me latía fuerte. Iba a correr , pero me dije: "Luis, tienes diecisiete años, ya no eres un niño".

Un paso, otro, uno más. Estaba cruzando el cuarto de Zezé cuando éste me llamó. Me asusté y pegué un bote al oír mi nombre. Tiré un cuadro. Zezé lloró. Lo consolé. Colgué el cuadro. Quince minutos después Zezé estaba tranquilo, el cuadro en su sitio y yo no aguantaba ni un minuto más.

Como en una procesión solemne fui dando un paso tras otro, ceremoniosamente. Entré en la cocina.

-Hijo, mañana a primera hora baja a comprar leche para el desayuno. Ya han cerrado y la que queda se ha cortado.

La sangre me hervía. Tuve un sentimiento extraño hacia mi madre. Temblaba de pies a cabeza y movía los ojos de un lado a otro como buscando algo (eso me contó Zezé) hasta que se clavaron en el cuchillo eléctrico de cortar carne.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Zezé?? Qué clase de nombre es ese??
mola bastante el relatillo. MIs enhorabuenas.

Anónimo dijo...

No me gusta, lo cual no quiere decir nada porque no soy crítico literario. Sensibilidad, en el sentido de facilidad para percibir y describir lo material, tienes mucha, de eso no cabe duda, pero también Hemingway la tenía y Proust... Falta algo, no sé describir el "hueco" que noto al leerte (quizá sea solo disparidad de gustos) Para mostrarte ese "vacío" y hacer una crítica mínimamente seria debería escribir una obra que dialogara con la tuya, de tú a tú, pero no sé si los dioses me concedieron el talento que tú si tienes. Lo que seguro que no me concedieron es tiempo. Gran blog, gran blog... el flamenco es una buena veta pero sin ánimo de dar consejos, dedícale unas horas al canto gregoriano, quizá, de algún modo, pudiera servirte para pulir tu estilo.

Anónimo dijo...

Estas Navidades seguiré tu consejo. Gracias.