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jueves, junio 03, 2010

Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy


Hablar de un libro así (Meridiano de sangre, Cormac McCarthy, Debolsillo) no es fácil. La belleza inusitada del escenario del mal es perturbadora. Si en La carretera la prosa milagrosa de Cormac justificaba el lirismo extremo con el que describe una tierra devastada, aquí ya se plantea un problema moral mayor. El autor nos introduce en un descenso a los infiernos terriblemente poético y arrebatador. Las descripciones de los desiertos, montañas, pueblos y cemeneterios abandonados son magistrales. Este paisaje, principal protagonista del libro, contagia a todos los personajes y se los traga (Glanton, Brown, Toadvine, Tobin, los apaches, los peregrinos...) como la selva en la novela de la tierra, pero aquí el aniquilamiento es, ante todo, moral. El único que finalmente parece no sucumbir, el chaval, sí lo hace ante el juez Holden, alegoría probable del mismo demonio y verdadero protagonista de la novela en la que el horror triunfa bailando.
Novela que nos habla de los abismos del alma humana, rozando lo gore y con un estilo que no he encontrado en ningún otro autor contemporáneo (por su originalidad y belleza), donde la violencia explícita es brutal y lo que queda implícito (aberraciones de todo tipo) también, tiene, en mi opinión, un sentido más profundo. Para llegar a escribir La carretera, No es país..., la Trilogía de la frontera, (Ciudades de la llanura, Todos los hermosos caballos, En la frontera, etc., Cormac anda un itinerario espiritual complejo, y aunque esta novela es anterior, creo que no se debe leer antes que las citadas; sería, en mi opinión, un error. Y ahora se me ocurre un paralelismo con Clint Eastwood: para llegar a Gan Torino antes tuvo que filmar Un mundo perfecto, Mistic River o Million Dollar Baby. Cada uno tiene sus caminos y lo importante es llegar al final, pues nos da la clave de una literatura que es espiritual.

sábado, marzo 27, 2010

Cosas

Aunque hoy no es mañana, os decía en la anterior entrado, que debería ser la de ayer, que os contaría de la entrevista con Luis Alberto de Cuenca. Cordialidad. Afabilidad. Cultura. Arte de la conversación. Resumiros dos horas de charla sobre poesía, cine, tebeos, música, carreras, traducciones, radio, vampiros, Ítaca e Ítaca y un larguísimo etcétrea es imposible, de modo que tendréis que leer Ítaca (je, je).
En los últimos dos días me han pasado unas cuantas cosas interesantes. He leído Oír la luz, de Sánchez Rosillo, libro que me ha causado una honda emoción y del que os hablaré con más calma, ha caído en mis manos el número que Renacimiento dedica a Chesterton, y aunque no he empezado a leerlo, ya me doy envidia a mí mismo. He comprado un libro de Roger Wolfe, por fin: buscaba otro libro y me topé con éste. Leí los primeros poemas y no dudé. Conseguí al fin que mis alumnos me odiaran definitivamente (no creo que les dure demasiado). Volví a ver, esta vez con unos amigos, Esto es ritmo!, impresionante documental por su sentido común sobre la cuestión pedagógica, pero antes que nada, belleza 137 minutos, belleza sin descanso, me voy a apuntar a unas clases de danza. Miguel ha retomado Tinta y ceniza, así que visitarlo de vez en vez. Estoy releyendo, como siempre por estas fechas, El libro de la pasión, de Ibáñez Langloise (por cierto, la antología de Númenor es excelente). Me llamó un amigo con el que hacía mucho tiempo que no hablaba y resulta que está haciendo su trabajo de investigación (es filólogo) sobre la adaptación al cine de No es país para viejos. Hablamos largo y tendido sobre el viejo Cormac. Mañana me voy a Fátima. Ahora, a dar un paseo.

viernes, septiembre 04, 2009

Cinco libros y dos pelis


Como hace mucho que no escribo, en una sola entrada voy a recomendaros algunos libros que he leído, un par de películas y prometo que en esta semana publicaré un cuento (o algo así) que llevo tiempo urdiendo en la cabeza.

Llenos de vida, de John Fante (Anagrama 2008) es entretenida y con buenos golpes de humor. Refleja la importancia de la religión católica en la América de los años 50 y el cambio de estilo de vida respecto a la generación anterior a Fante, esto es, a la de sus padres, con una fe profunda y llena de supersticiones, pero al mismo tiempo y en mayor medida, de amor y autenticidad. El libro contiene cierta defensa provida (al menos es lícito interpretarlo así), y es una sátira mordaz e ingeniosa de ese mito del "American way of life". Libro breve y muy ágil. Menciona en repetidas ocasiones a Chesterton, motivo más que suficiente para fiarse de la salud y buen gusto de este autor.


Sobre Nueve Cuentos (Edhasa 2007)y Salinger se puede hablar del parecido que tienen estos cuentos con los de Carver, por su cierto realismo sucio, o con Chejov, por la desazón que puede provocar, a ratos, su lectura. Comparar a Salinger con estos autores es fácil, y se hace. Pero también podríamos hablar de Realismo fantástico que lo acerca más a los latinoamericanos, y claro, entonces el nombre de Rulfo sale casi sin pensarlo. En conclusión, ¿para qué buscar parecidos? Iba a decir que los diálogos son muy vivos, los personajes están trazados magistralmente en breves trazos, y muchas cosas más. En fin, iba a llenar esta reseña con un montón de tópicos, que por ser tópicos no dejan de ser ciertos. Sin embargo, lo mejor que se puede decir de Nueve cuentos no puede decirse, hay que sentirlo, vivirlo, en silencio y soledad. A lo mejor es ese "no sé qué" del Longinos y que Feijoo nombró por primera vez en España.

Ahora, Un niño prodigio, de Irene Nemirovski (Alfaguara 2009): Ismael es un niño que vive en el seno de una humilde familia judía en una ciudad portuaria del Mar Negro. El niño-poeta acude a las tabernas del puerto a cantar las penas y las alegrías de los hombres... Un día, Barin reconoce en él un genio y lo introduce en la corte de la princesa de quien es amante. Mas, al cabo, el niño prodigio descubre la naturaleza, la vida... Enferma. Se recupera y lee a los grandes poetas. Llora primero por su belleza. Después llora porque recuerda sus ripios y el contraste es grande. Entonces el genio desaparece... o quizás simplemente se toma unas vacaciones. Porque él es un adolescente y nadie lo disculpa por ello, ni le sabe entender. El niño prodigio no deja de serlo de la noche a la mañana. No deja de serlo nunca, en mi lectura. Pero los que lo escuchan, la princesa, sus padres, los hombres del puerto... no saben que deben esperar. Lo mejor del libro es cómo trata el asunto del "talento", del "genio creador", el tópico del amor interesado y la crisis que en gente de excesiva sensibilidad puede acabar, si no posee las ayudas necesarias, trágicamente. Magistral. Pero muy duro, muy amargo.


Corazón, de Edmundo de Amicis (Gadir 2009), como explica Luis Mateo Díez en el prólogo, fue de lectura obligada en españa durante la Segunda República. Por eso, aunque no carece de una trascendencia implícita y sutil, en el franquismo se interpretó como un libro laicista. Quizás no sea un libro para jóvenes -la estética es demasiado cursi y explícitamente didáctica-, pero sí lo es para los educadores y los maestros (además de poder subir mucho la autoestima, hay abundancia de anécdotas y cuentecillos ejemplarizantes para contar a los alumnos. Ha sido una suerte encontrarme con este libro, y aunque a ratos se me ha hecho un poco pesada su lectura, los buenos ratos han merecido aquellos otros. Un amigo me sorprendió leyendo el libro con una sonrisa en la boca, y me lo dijo. Es inevitable; este libro se lee con una sonrisa de oreja a oreja y quizás ese sea el mejor resumen de Corazón.

Y por último está Orzowei, de Alberto Manzi. Libro clasico de la literatura juvenil lleno de aventuras. Novela iniciática maravillosa con muchas enseñanzas, aunque quizás la principal sea la que muestra la cita: "el Gran Dios no mira el color de nuestra piel, sino nuestros corazones". La relación de Isa con Pao ("el pequeño hombre de los arbustos") y con Paul ("Flor de maíz") es lo mejor, junto con la forma de rezar y dirigirse a Dios ("el Padre") de Pao. La historia se abre con una cita de Emilia alboret que merece la pena reproducir, por si todavía hay alguien que dude de si le va a compensar leer esta novelilla juvenil: "Falta un puente entre las almas.../ Si ese puente existiese/ los hombres se comunicarían sus secretos, / los pensamientos alegres,/ la sonrisa y el perdón.../ ...muchacho, / construye con tus manos, /sin vigas /ese puente de oro".


Sobre la peli que han hecho de La Carretera, os recomiendo esta brillante crítica de Luis Martínez en su presentación en el Festival de Venecia. Para que no os llevéis decepcones.
Quizás la mejor película que he visto en mucho tiempo es Gran Torino, por eso no pienso decir nada sobre ella, de momento. Sólo que si alguien piensa que otras películas de Clint Eastwood son mejores que ésta, puede ser porque su final en vez de dejarte perplejo y con un regusto amargo, te arranca una sonrisa. Feliz testamento cinematogáfico del honesto Clint, que buscando la verdad, con tanto esfuerzo, con tanto dolor y con tanta belleza, quién sabe, a lo mejor la ha encontrado.

lunes, diciembre 29, 2008

Cormac McCarthy y William Maxwel


El Guardián del vergel, Cormac McCarthy (Debolsillo, Barcelona 2006). La primera novela del autor. Aunque cuesta seguir el hilo argumental y probablemente sea la novela más floja del autor que he leído hasta ahora (lógico, por otra parte) esa manera de narrar tan poética y esas descripciones que hacen oler, palpar, sentir la tierra y su humedad hacen que su lectura sea una suerte de hechizo del que es difícil despegarse.
Lo mejor, lo que justifica todo el libro; las descripciones y el paso del tiempo a través de las estaciones.
Como siempre, el asunto del padre (Marion Sylder, el traficante de güisqui, asesinó al padre del niño, Jhon Wesley Rattner, aunque éste nunca lo sabe). Ather, el tío de Rattner, el otro personaje solitario, todos los personajes de McCarthy son solitarios, pierde la cabeza, o eso creen los que lo envían al manicomio. Sylder acaba con sus huesos en la cárcel. Jhon, solo. Tres generaciones. Tierra. Muerte. El libro acaba con un bellísimo párrafo:
Se han ido ya. Huidos, proscritos en la muerte o en el exilio, perdido, arruinados. Sobre la tierra, sol y viento regresan todavía para para quemar o mecer los árboles, los pastos. Ningún avatar, ningún vestigio queda de estas personas. En boca de la extraña raza que allí mora sus nombres son ahora mito, leyenda, polvo.



Adiós, hasta mañana, de William Maxwel (Libros del Asteroide, Barcelona 2008) tiene muchos elementos en común con El Guardián del vergel; ambientado en la misma época, los años veinte de la Ley seca, y en elmismo ámbito geográfico, el sur estadounidense, cuenta la historia de un adulterio, de un asesinato y de una amistad truncada por estos acontecimientos, dos niños, Cletus y el propio narrador. Por sus parecidos con Vinieron como golondrinas, se puede llegar a la conclusión de que la novela tiene muchos elementos autobiográficos. Contado en primera persona cuando el narrador ya es un adulto, muestra su conciencia atormentada porque no supo ayudar a su amigo en aquellas difíciles circunstancias. Él también había perdido a la madre hace poco, pero la ausencia de confidencia en la amistad parece ser que es para él la causa de que la amistad no perdurara, y de que ambos, solos, cargaran con su dolor a cuestas. Libro duro y hermoso. Esperemos que la editorial siga traduciendo y publicando al escritor-editor norteamericano.

sábado, septiembre 06, 2008

Dos películas geniales


No es país para viejos (Estados Unidos, 2007)puede ser la mejor película que he visto este verano. Hace unos cuatro meses dos compañeros de trabajo que la vieron me comentaban que les gustó mucho, pero que entendían que había algo que se habían perdido y que la clave estaría en el libro. Yo, que me había leído el libro, pensé que era muy posible. Lo primero que he de decir es que los hermanos Coen son unos genios y consiguen lo que pocos directores hacen: adaptar una novela y que los que se hayan leído el libro no salgan decepcionados del cine (por ejemplo, este mismo verano me ha pasado con Cometas en el cielo). El silencio, el ambiente y cada uno de los personajes están perfectamente recreados en la película. La literatura y el cine son dos artes muy distintos; ambos cuentan historias, pero de manera diversa. La novela de McCarthy es genial, una de las mejores novelas que he leído en los últimos años. La película, lo mismo. Sin embargo, a los que hemos leído la novela no se nos escapa la clave de No es país para viejos: el asunto del destino y la providencia, de la culpa y la conciencia y de la angustia de ver que los tiempos cambian y en un momento dado a todos nos pillará viejos aquello y no lo entenderemos son los temas que vertebran la novela y la película. La mezcla genial de escenas y descripciones líricas con pasajes sórdidos y violentos es magistral tanto en la cinta de los Coen como en las páginas de McCarthy.


La otra gran película que he visto ha sido La joven del agua(Estados Unidos, 2006). Shyamalan es un genio que hace un cine muy personal, muy distinto y muy profundo. Esta fábula, este cuento tiene dos elementos esenciales que me han asombrado; la primera es la condición de metahistoria del cuento. Shyamalan no sólo nos cuenta una historia maravillosa, al mismo tiempo nos va explicando los entresijos de cómo lo va haciendo. La segunda, el carácter antropológico de la película. Cada personaje de la cinta, como cada persona, tiene una misión. Descubrir cuál es esa misión y cumplirla, llevarla a cabo, es lo más importante de en nuestras vidas, pues en ello no está en juego sólo nuestra felicidad, también muchas cosas grandes.

Jorge y Eduardo, y todos los demás, gracias por seguir pasendo por la barra.

jueves, agosto 07, 2008

Ciudades de la llanura, de Cormac McCarthy


Y por fin leo Ciudades de la llanura (Mondadori, Barcelona 1999), último libro de la trilogía que vengo comentando. Encontrarse en un mismo libro con dos personajes como Billy Parham y John Grady Cole, verles desayunar en una misma mesa, cabalgar juntos por Juárez y El Paso, cazar perros o beber whiskies y fumar cigarrillos es una suerte que los lectores de los dos libros que preceden a éste sabrán apreciar.
Billy es bastente mayor que John, quien tiene diecinueve años, y ejerce, de alguna manera, de padre del muchacho, paternidad compartida con Mac y Socorro y tantos otros. Y sucede que John Grady se enamora de Magdalena, una prostituta mexicana que trabaja en un burdel del país que tanto aman los personajes de la novela. Las reflexiones sobre el destino, la historia, la libertad, el papel de Dios en la vida de cada hombre, el asunto de la culpa y el perdón se enuncian, son preguntas que quedan sin respuesta, porque son preguntas difíciles, porque el autor no puede responderlas, y por eso surge la pregunta.
El otro grn asunto, el del cambio y el conflicto entre lo viejo y lo nuevo, omnipresentes en todos los libros de McCarthy, se plasman en el epílogo, y quizás la dedicatoria, que está situada en la última página, sea una llave, una clave para interpretar algo de lo que nos quiere decir McCarthy:
Seré el niño que de la mano lleves
Y tú serás yo cuando sea viejo
El mundo se enfría
Se agitan las naciones
Aquí termina la historia
Pasa página.

lunes, agosto 04, 2008

Todos los hermosos caballos, de Cormac McCarthy


Todos los hermosos caballos es la primera de las novelas que componen la trilogía En la frontera. Como sabéis el segundo, aquella maravilla que cuenta la historia de Billy Parham, lo leí hace poco. Ya empecé el último, Ciudades de la llanura. Todos los hermosos caballos es otra novela iniciática genial, que en mi opinión no es tan bella como En la frontera; ni la historia es tan redonda, ni la prosa tan extraordinaria, ni las complejas historias paralelas tan frecuentes, ni las descripciones poseen ese lirismo extraordinario. Sin embargo, en lo esencial, en la creación de un personaje fascinante (John Grady Cole) sí. En esta novela iniciática el amor a una chica, Alejandra, a diferencia En la frontera, juega un papel determinante. La violencia, la limpieza de los protagonistas, la amistad, las conciencias tan admirables, la oposición de lo viejo y lo nuevo y, en definitiva, todos los temas de las novelas de este genio americano, aparecen en Todos los hermosos caballos, por supuesto también el papel determinante del padre, al que como ya prometí, dedicaré un ensayo próximamente. Ya os he dicho que estoy con el último libro, Ciudades de la llanura, en el que Billy Parham y John Grady Cole trabajan juntos un una hacienda para Mac. Os contaré.

martes, junio 03, 2008

En la frontera, de Cormac McCarthy


En la frontera, de Cormac McCarthy (Debate, Madrid 1999) es una novela de aprendizaje bellísima, salpicada a ratos de un raro lirismo, o de una extrema violencia, o de los diálogos tan característicos del autor. La prosa de McCarthy tiene algo de mágico y de subyugante, hechizo verbal que emociona y engancha sin entender uno muy bien porqué. Me gustaría destacar tres aspectos de la novela; en primer lugar, la extraordinaria poesía que contiene el primero de los tres viajes de Billy, el que realiza con la loba, con ese final tan hermoso y violento: en el campo de peleas de gallos Billy entra y todos callan. Se va, vuelve, realiza aquel disparo... Hacía tiempo que no leía unas páginas con tanta belleza, y por tanto, tan sencillas. En segundo lugar, ya en el segundo viaje, con Billy y Boyd juntos, la bondad de ambos, la bondad de aquella fraternidad, el aprendizaje del mundo, del dolor y del amor que no cae en los tópicos de tantas otras novelas iniciáticas. En el tercer viaje, de nuevo BIlly a solas (al principio, de vuelta con Boyd) las reflexiones que sobre la verdad se realizan son otra vez sencillas y por eso tan hondas. El corrido que canta al güerito es cierto, igual que la historia que cuenta el gitano, igual que la novela de McCarthy, tan verdadera, tan bella, tan buena... Hacía tiempo que no leía un ligro tan grande. Este misterioso americano ha sido, sin duda, la mayor felicidad literaria que me ha deparado este año. ¡Ah! Y el padre siempre presente... en Niño, el caballo.

martes, mayo 27, 2008

No es país para viejos, de Cormac McCarthy


Es difícil dar cuenta de un libro en unas pocas líneas, y más si se trata de libros como los de Cormac McCarthy, como No es país para viejos (Mondadori, Barcelona 2006), libros complejos y profundos, de una belleza extraordinaria. Sí, no es un libro de acción, aunque ésta sea trepidante en todas sus páginas. No es una novela sobre la violencia, aunque está tan presente, no es sólo un poema sobre la sórdida California de finales de los 70, no es una reflexión honda sobre el paso de lo viejo a lo nuevo, de la tradición al desconcierto que nos causa a veces esta rara posmodernidad. Tampoco es un canto a la mujer-esposa, un viaje a la conciencia de un gran hombre con un secreto pecado a cuestas. Hay algo más. Todavía. La novela acaba (no os preocupéis, no desvelo nada a nadie) con un monólogo de Bell (otro) en el que dice que apenas ha hablado de su padre, y os transcribo las últimas líneas:

"Después de su muerte soñé dos veces con él. No recuerdo del todo el primer sueño pero era que le encontraba en la ciudad y él me daba dinero y yo creía que lo perdía. Pero el segundo sueño era como si hubiéramos vuelto a los viejos tiempos y yo iba a caballo por la montaña en plena noche. Cruzando un desfiladero. Hacía frío y había nieve en el suelo y él me adelantaba a caballo y siguió adelante. Sin decir palabra. (...) Y en el sueño yo sabía que él tomaba la delantera para preparar una fogata en alguna parte en medio de aquella oscuridad y aquel frío y yo sabía que cuando llegara él estaría allí esperando. Y entonces me desperté."

Creo que en la figura del padre Cormac McCarthy, con su biografía tan legendaria por desconocida, nos dice algo mucho más profundo aún de lo que ya hace. Ahora estoy leyendo En la frontera. Cuando lo acabe escribiré un ensayito sobre eso. También tengo en mente escribir algo sobre las semejanzas del alma castellana y la californiana, creo que tienen mucho en común; la reciedumbre, el tradicionalismo, la sobriedad incluso lingüística, la espiritualidad... En Saroyan también hay algo de esto.

martes, enero 22, 2008

La carretera, de Cormac McCarthy


No puedo dejar de recomendaros este libro. Es de los que no acaban cuando terminas la última frase. Es una de esas raras joyitas que de vez en vez cae en tus manos y que habla más, dice más cuando lo acabas; un libro que te hace mejor. Me lo dejó un amigo, y lo recibí con cierto escepticismo. Quizás el hecho de leerlo con unas pocas décimas de fiebre ayudó a que me envolviera en esa tiniebla cenicienta. Primero me cautivó la belleza de esa prosa lírica tan distinta. Algo tan bello formalmente me hizo sospechar una cierta decadencia. ¡Qué engañado estaba! La bondad, la verdad y los destellos de belleza son continuos en el libro, sutiles y al tiempo claros. El niño, que no ha recibido gran educación, sólo la que le ha dado su padre, distingue perfectamente lo bueno y lo malo. Él quiere ser de los buenos, y ante las dudas provocadas por alguna acción de su padre él se inquieta; se sabe portador del fuego. El padre, que reniega de Dios lo redescubre en su hijo, y el hijo en el padre. La belleza del niño y del padre no son físicas, pero deslumbran. Y es que la belleza no está sólo en la Naturaleza, está sobretodo en las personas. En mi opinión esta la gran enseñanza moral de la novela. La otra, que cualquier existencia, aun en las condiciones más severas y extremas, es feliz si hay amor(aunque siempre tamizado o acrisolado por el sufrimiento, no puede ser de otro modo), por eso merece la pena luchar. Cuando el amor desaparece ya nada tiene sentido. Y por eso la madre dejó de luchar.