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jueves, septiembre 09, 2010

Algunas lecturas

Termino Más virutas de taller (2004-2009), de Miguel d'Ors (Los Papeles del Sitio, Sevilla 2010), con interesantes reflexiones sobre la poesía propia y ajena del autor, conatos de cuentos, pensamientos políticos y un poco de todo, virutas que en vez de recogerse y tirarse, para nuestra fortuna, el autor edita. La poesía de d'Ors es espectacular, y aunque en el ensayo (supongo que este género es el más adecuado para encasillar el libro) no es tan brillante, no faltan ni el humor ni las genialidades de siempre. Leo Magia, de Rocío Arana (Númenor, Cuadernos de poesía, Sevilla 2002) con prólogo de Jesús Beades. Me gusta, pero me esperaba tanto más... Tendré que leer su último libro. Releo a Martínez Mesanza insistentemente, cada vez más asombrado. Compro Oscuro pez del fondo, de Daniel Casado y una antología de Jan Twardowski, ambas en Rialp. Procuraré leerlas antes de que empiece el cole...

miércoles, agosto 04, 2010

De la introspección a la oración

Adam Zagajewski escribió su tesina de licenciatura sobre la introspección, cuando aquello era en cierto modo algo reaccionario y opuesto a la moda entonces oficial en el mundo académico: el psicoanálisis y Freud. Ejercía de disidente intelectual. Más adelante, cuando escribe En la belleza ajena (Pretextos 2003) dice:

Hoy pienso que la introspección es un aburrimiento, si se la entiende como escucharse a sí mismo, y no a las voces de otras personas (vivas o muertas).
(...)
La introspección no es un aburrimiento cuando se convierte en oración; pues entonces está orientada hacia fuera, al vigor; se alza un arco entre la debilidad y la fuerza.

miércoles, junio 23, 2010

Lo que vi en América, de Chesterton

"Nunca he logrado desprenderme de mi vieja convicción de que viajar nos estrecha la mente". Así empieza Chesterton Lo que vi en América (Renacimiento, sevilla 2009). Y lo que sigue es una orgía literaria (usando la terminología de Vargas Llosa) que no deja de sorprender ni en una sola de sus páginas. Probablemente, el mejor libro de viajes que he leído nunca (por supuesto, con la excepción de John Dos Passos y sus Aquellos inolvidables años, en Alianza). Lo mejor, sus reflexiones sobre la prohibición, que entroncan directamente con La Taberna errante. Bueno, ahí queda todo, un saludo.

sábado, junio 19, 2010

En la belleza ajena, de Adam Zagajewski

Comienzo a leer En la belleza ajena, del poeta y ensayista Adam Zagajewski (Pre-textos 2003). Subyugado por su prosa marco casi todas sus páginas, pues casi todas sus páginas son para enmarcar. Creía que después de escribir En defensa del fervor no iba a encontrar nada en este autor que lo superara. Pues sí. Pequeño botón de muestra:

Nacimiento de un escritor: un hombre joven, educado en la fe católica, experimenta un descubrimiento deslumbrante: de pronto empieza a comprender que, al rezar, no necesariamente debe repetir las palabras de una oración, escritas en un devocionario, sino que puede rezar con "palabras propias". Él mismo puede componer una oración. Él mismo puede componer las palabras.

Y unas páginas después:

Pero ese muchacho que descubre que la oración puede componerla uno mismo, que el devocionario no siempre es indispensable, al cabo de algún tiempo también comprenderá que la iglesia tampoco es el único sitio donde puede buscar la divinidad.

martes, diciembre 08, 2009

Las olas


Esta historia es una más, tan real como que hoy es 8 de diciembre de 2009 y que hace casi un año esto ocurrió, y que esto se escribió... Lo malo es que hoy, ayer, durante estos meses sigue ocurriendo; en Canarias, en Madrid, en todo el mundo. Y yo que me quejo de la insidiosa alergia... La alergia es un lujo que sólo podemos permitirnos algunos...


Es la una de la mañana. En la sala de espera del aeropuerto apenas hay diez personas. Quiero fumar un pitillo y subo a la terraza. El aire de Canarias es saludable. El humo de mi cigarro es especialmente blanco y denso en esta noche estrellada. A lo lejos se oye el continuo batir de las olas (lo mejor de Canarias es, sin duda, el ruido del mar). Vuelvo a casa, a la tierra castellana, a los horizontes chatos de neón y cristal. Vuelvo a casa, con los míos y mis trajes, mi cerrada vida social, mis deberes y mis clases. Vuelvo a casa.

No sé porqué me vuelve a la memoria. Quizás sea el batir de las olas, allá, en el mar. Yo sabía que mi amigo arriesgaba y apuraba demasiado con la moto. Íbamos sin rumbo, como hacíamos siempre. Acabamos en los suburbios portuarios de la ciudad, el último muelle. También sabía que en aquellos viejos e inservibles barcos que nunca volverían a navegar vivía gente, gente sin papeles, sin dinero, sin otro hogar mejor. Esas gentes que se instalaban en el mar acababan sus días en el mar.

Cuando subimos a aquella barcucha que milagrosamente flotaba no sabíamos que nos encontraríamos con aquella chica, tan guapa, tan frágil, tan sola... Sola con un niño de apenas tres meses.

¿Dónde está tu madre?

No sé. ¿Sois policías?

Ella misma se dio cuenta de la evidencia, así que seguimos conversando.
¿Necesitas algo?
De ustedes, no. Gracias.
Continuó la conversación. quella muchacha vivía sola con su hijo. No era canaria ni española. Simplemente era un ser humano que quería vivir, cuidar a su niño y hacerlo feliz, algo que ella era pero por motivos demasiado abstractos: amaba. Intentamos explicarle la cantidad de servicios sociales que existen en España. Nos dijo que ya, que sobre el papel es todo muy bonito. Después de contarnos lo que tenía que hacer para pagar ese alquiler ilegal y dar de comer a su hijo se nos hizo un nudo en la garganta.
Volvimos a la moto. En el camino de vuelta no hablamos. Pensábamos qué podíamos hacer. Tanto enredo de mafias, la policía, a la que sin duda había que esquivar. El batir de las olas. El sol espléndido y la tormenta dentro de esa pequeña embarcación oxidada. Apenas dormí esa noche. A la mañana sigiente mi amigo me confesó que le sucedió lo mismo:

Pero seguro que hay alguna forma de ayudar.

Al menos pudo contárnoslo, desaogarse, llorar.

Sí, pero...

Sí, pero eso quizás es lo mejor que podremos hacer por ella.


Ahora no me cabe duda de que no sólo era lo mejor que podíamos hacer por ella, era lo único, y sin duda, lo mejor.

jueves, diciembre 03, 2009

La vida es sueño, experiencia pedagógica

Así da gusto. En mi cole me han pedido que de a algunos alumnos que participan en un plan especial de "excelencia" (la verdad es que suena un poco mal) un seminario sobre una obra clásica. Escogí La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Pensé que lo mejor era no preparar nada y, entre todos, estudiar y criticar la obra partiendo simplemente del texto. Ya dudo si lo hice por pereza o porque pensé que era, efectivamente, lo mejor. El caso es que ayer comenzamos a leerla, sin introducciones de ningún tipo. Y nada más empezar advertí el desplante que le hace Calderón a Lope. En Su Arte Nuevo Lope dice:
No traiga la escritura, ni el lenguaje
ofenda con vocablos exquisitos,
porque si ha de imitar a los que hablan,
no ha de ser por pancayas, por metauros,
hipogrifos, semones y centauros.


Y va el chulo de don Pedro y comienza su obra maestra con el conocido "Hipógrifo violento". Y seguimos leyendo. Y entre todos, entendemos la obsesión romántica por esta obra; si hay una palabra que pueda ser sinónioma tanto de La vida es sueño como del Romanticismo es la palabra Libertad. Y seguimos leyendo, y asombrados, nos damos cuenta de que el dolor y la angustia existencial de Segismundo posee una modernidad extraordinaria, e incluso no atrevemos a decir que la rabia que le da a Segismundo el hecho de que Rosaura le espíe en un momento de debilidad, de fragilidad, puede estar hablándonos del carácter introvertido del propio Calderón, o de cualquiera de nosotros. Y continuamos, y descubrimos el dilema moral que se le plantea a Clotaldo: o ser leal al rey o ayudar a su hijo (en realidad hija). Pero leemos un poco más y vemos la ambición, la pasión, el honor y el amor encarnados en personajes y acciones... y otro alumno sugiere que la obra se desarrolla en Polonia para desubicar, y así universalizar, todos estos temas de los Calderón tiene algo que decirnos. Y se nos ha pasado una hora y pico volando, leyendo unos maravillosos versos sobre unos asuntos que a todos nos interesan enormemente. Cada uno por nuestra cuenta acabaremos la lectura. El próximo miércoles volveremos a hablar. Y volveremos a contarnos lo que cada uno ha descubierto. Así da gusto.

domingo, noviembre 15, 2009

Sobe la Belleza: Dante y Ratzinger



Releo, en magnífica traducción de Julio Martínez Mesanza, La Vida Nueva, de Dante (Alianza Editorial, Madrid 1986). La Vita Nuova acaba con la promesa de Dante de decir de ella, de Beatriz, “lo que jamás fue dicho de ninguna”, promesa que, como señala Martínez Mesanza en el prólogo, cumple con creces en La Divina Comedia.
El amor del poeta por Beatriz es espiritual, provocado por la belleza física que no es sino un trasunto de su belleza moral y que Dante atisba con nueve años, según él mismo nos dice. Que el amor al prójimo nos lleva al amor a Dios ya lo había dicho San Agustín. Dante se limita a mostrar cómo sucede esto en su propia vida. El amor se conoce por sus frutos, por su fecundidad; aquí está el fruto maduro del amor de Dante: unos poemas bellos que nos acercan a Dios, como antes acercó Dios a Dante la belleza de Beatriz.
Y hablando de belleza, también acabo de releer el texto sobre estética más profundo que nunca he leído. Las reflexiones sobre la belleza del entonces cardenal Ratzinger en “Herido por la flecha de la belleza. La Cruz y la nueva estética de la fe” (30 Días, septiembre de 2002, recogidas después junto con otros artículos en Caminos de Jesucristo, Ediciones Cristiandad, Madrid 2004) son extraordinarias. A raíz de la aparente contradicción del salmo 45, que dice de Jesucristo: “Eres el más bello de los hombres. De tu boca fluye toda la gracia” con el famoso pasaje de Isaías, el de “Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza…” Ratzinger se pasea por el pensamiento de Agustín de Hipona, de Platón, de Nicolás Cabasilas, de Hans Urs von Balthasar. La belleza es la verdad, y la paradoja, que no contradicción, de los dos pasajes del Antiguo Testamento, se explican porque son como el sonido de dos notas distintas de la misma trompeta provocadas por un mismo soplo.
Pero lo interesante es la reflexión posterior del actual Pontífice: “La belleza es conocimiento, una forma superior de conocimiento, porque alcanza al hombre con toda la grandeza de la verdad.” La belleza es conocimiento, y por eso nos advierte Ratzinger de que “nos empobrece, y devasta a la fe tanto como a la teología, si despreciamos y rechazamos como verdadera fuente de conocimiento la conmoción producida por el encuentro del corazón con la belleza”. A continuación, el Papa cuenta una experiencia estética que lo conmocionó; concierto en Munich. Al lado, el obispo luterano Hanselmann. Cuando concluye la música de Bach Ratzinger habla, seguramente sin palabras: “todo aquel que ha escuchado esto sabe que la fe es verdad”.
Y el broche de oro, la conclusión. Si a Jesucristo, a Dios, “no lo conocemos solamente a través de meras palabras, sino al ser heridos por la flecha de su belleza paradójica, entonces aprendemos a conocerlo realmente y a saber de él no sólo de segunda mano”. Es flecha porque este conocimiento a través de la belleza es doloroso, lógicamente. Steiner habla en Presencias Reales del peligro de contemplar el arte bajo el prisma de la crítica, y de la crítica que se hace de la crítica… La razón puede convertirse en obstáculo para acceder a la verdad. Y a la Verdad. “La belleza es conocimiento, una forma superior de conocimiento”.

sábado, noviembre 07, 2009

"Hacia abajo, al seno de la tierra/ ¡lejos del imperio de la luz!", Novalis

Esta mañana me he vuelto a armar de valor. He salido de mi casa a las ocho en punto, dispuesto a dejar mi Pacífico barrio como hago todos los viernes últimamente, bueno, y los lunes, martes… Dejando Gutenberg y la poesía del Poeta Esteban de Villegas...
Vile tan congojado
Por tal atrevimiento
Dar mil quejas al viento,
Para que al cielo santo
Lleve su tierno llanto,
Lleve su triste acento.

y también el Retiro, con su noche, a mi espalda, afronto de nuevo el rutinario descenso… a los cielos. Cruzo Menéndez Pelayo y saludo a aquel heterodoxo. Me dejo caer por Roncesvalles, con todas sus resonancias épicas. Como siempre, contemplo absorto la clínica dental con sus espeluznantes carteles de dientes mal puestos haciendo publicidad (?) y pienso en cómo o por qué todavía el vecino del edificio de enfrente, el del segundo, no ha puesto un “Se vende” en la ventana, como ya hizo el del primero. Quizás no le dio tiempo y ya se suicidó, o lo internaron en el doctor León. Pero apenas divago por estos vericuetos cuando me encuentro con la plaza de los Reyes Magos. Ya estoy en mi vecino barrio del Niño Jesús. Atravieso la majestuosa plaza y como en una carroza soy transportado a esa maravillosa curva en bajada donde Antonio Bienvenida me deja, con una verónica fantástica, en la bajada más intensa de La Virgen María. Desde allí veo el sol sobre las colinas de Vallecas, el parque de los Enamorados… Pero eso está allá, a lo lejos, en el horizonte. Me gusta que el sol me de en la cara a esas horas, y me gusta que sea en esa calle, que me lleva directamente, claro, a Jesús Aprendiz. Y yo, que voy a dar clase, empiezo a animarme, pensando en los maestros que tendría aquel Niño, y pensando que como todos los niños Él también admiraría a sus maestros… y me alegro por mis compañeros de Primaria. Ya he llegado a la avenida de Nazaret, y tras dejar a mi izquierda Samaria y a mi derecha Jericó, llego a ese purgatorio de Doctor Esquerdo, con sus atascos y sus ruidos. Pero en seguida cruzo y me planto en Astros, nuevo barrio, el de la Estrella, el del cielo, y también el del colegio. Todo tiene su lógica, extraña, paradójica en extremo (tanto que tardé en advertirla siete años andando estas calles mañana tras mañana). Paradoja doble si se piensa que todas las tardes, al volver, al caer el sol, asciendo –puñetera cuesta arriba- hacia Gutenberg y mi casa.

domingo, junio 15, 2008

El escritor y sus fantasmas, de Ernesto Sábato


En las palabras preliminares a la primera edición de El escritor y sus fantasmas, Sábato explica el porqué de su libro: “Este libro está constituido por un solo tema, tema que me ha obsesionado desde que escribo: ¿por qué, cómo y para qué se escriben ficciones?” En las primeras páginas Sábato explica cómo no se puede renegar de la herencia cultural, cómo para crear hay que mirar atrás, no ya olvidar o dar la espalda a todo el legado histórico y cultural, sino abrazarlo y crear a partir de él, no es sólo necesario, dice, sino imprescindible. Su negación ha dado a la literatura latinoamericana sus peores momentos culturales; América es Europa. En cuanto a la dicotomía que se suele establecer entre novela social y novela psicológica Sábato la desestima por el hecho de que en toda novela psicológica el personaje es un individuo que vive inmerso en una sociedad. Dice Sábato que “Para bien y para mal, el escritor verdadero escribe sobre la realidad que ha sufrido y mamado, es decir, sobre la patria; aunque a veces parezca hacerlo sobre historias lejanas en el tiempo y en el espacio”. Citando a Baudelaire, “la patria es la infancia”, Sábato parte del hecho de que toda novela es realista y autobiográfica, coincidiendo en este punto con la teoría novelística del peruano Vargas Llosa y yendo más allá que él, pues según el argentino toda novela podría entenderse bajo estos parámetros, no sólo la de corte realista.
Sobre el asunto del “cómo” se escribe una novela la conclusión más clara de Sábato es que “nada en la novela debe sacrificar la verdad”. En definitiva, son decadentes, explica, los que prefieren el cómo al qué. Sin embargo, no desestima la forma y más adelante explicará algo más sobre esto.
Un asunto al que Sábato dedica varias reflexiones es a la sacrificada vocación del escritor y dice que el escritor debe ser un fanático: “tiene que tener una obsesión fanática, nada debe anteponerse a su creación, debe sacrificar cualquier cosa a ella. Sin ese fanatismo no se puede hacer nada importante”.
Más interesante resultan las reflexiones de Sábato sobre el carácter epistemológico de la novela: de la Ciencia a la Poesía. Sábato entiende que la filosofía sólo explica la realidad fragmentada, pero que es incapaz de realizar “la síntesis del hombre disgregado”. Para el argentino, la verdadera ciencia epistemológica se encuentra en el arte, y más concretamente en la novela: “La auténtica rebelión y la verdadera síntesis no podía provenir sino de aquella actividad del espíritu que nunca separó lo inseparable: la novela. Esto se debe a la hibridez del género, donde ideas y pasiones tienen cabida, como no ocurre en la filosofía. A esta concepción de la novela, retomada de los románticos alemanes pero conceptualizada de forma más compleja y completa, se le podría llamar, según Sábato, “Neorromanticismo fenomenológico”.

jueves, junio 05, 2008

Controversias Blatchford, de Chesterton


Un amigo que conoce mi afición por el autor me dejó este libro de apenas cincuenta páginas. Controversias Blatchford (Los Libros de Homero, México D.F. 2007) contiene una apasionada defensa del cristianismo, pero apasionada intelectual y literariamente hablando. Si Borges reconocía en el polemista inglés al escritor que quizás le hubiera proporcionado más horas felices, esto es por las artimañas literarias que el escritor utiliza con tanta destreza.
Chesterton comienza una serie de cuatro artículos afirmando que el mejor libro de teología que ha leído es precisamente el de Blatchford, porque son precisamente los argumentos que señala el pensador agnóstico para atacar el cristianismo los que a Chesterton le hacen aferrarse más al cristianismo. De este paradójico punto de partida surge la defensa de Chesterton y su arremetida, tan actual, contra el agnosticismo, el determinismo y el racionalismo simplón, tan común hoy en día, por otra parte.
Sin embargo, el cuarto artículo, "El eterno heroísmo de los arrabales", en el que se indigna con la idea de Blatchford de que en los ambietes humildes y pobres es donde más abunda la suciedad y la bajeza moral, es el que más me gustó. La hermosa defensa del pobre, además de decir mucho de Chesterton, un verdadero socialista (no la caricatura de Blatcford, que se dice socialista) le sirve a G. K.Chesterton para mostrar y demostrar las contradicciones intelectuales de su enemigo (de pensamiento, en realidad eran grandes amigos), en especial las relativas a sus posturas deterministas y agnósticas.

miércoles, mayo 28, 2008

Mis poemas III: José Hierro

Pepe Hierro fue el primer poeta que, en mi adolescencia, consiguió conmoverme, producirme esa experiencia estética que logran la buena poesía, el buen arte y el buen vino.
Desde los catorce años me han acompañado los versos de Hierro. En la universidad nos conocimos algo y cuando vine al barrio donde ahora vivo coincidió que era el suyo, como su bar, que también es el mío.
Su poesía, en conjunto, posee una técnica prodigiosa, un ritmo y un tiempo que han hecho que muchos lo consideren el mejor poeta español de la segunda mitad del XX. Pero además de técnica, su poesía tiene "alma". No es un virtuoso del lenguaje, sólo, también es un hombre que tiene mucho que decir, que expresar, y lo consigue.
Desde sus primeros libros hasta el último ha ido evolucionando, tanto en los postulados estéticos como en los de otra índole. Para mí, un libro fundamental es Alegría. Pasea por la poesía existencial de los 40 pero sin poder ser etiquetado ni entre los arraigados ni entre los desarraigados. Escribe poesía social, pero nadie lo propondría como poeta social. Experimenta con la poesía, pero nadie lo considera experimental. Sin etiquetas, sin apellidos, poeta puro. Lástima el último libro, con un poso nihilista difícil de digerir. Quizá la de Alianza es la mejor antología que conozco de sus versos.
Os propongo este poema que se incluye en el libro que he citado más arriba, Alegría. Es un excelente soneto que explica, mejor, desvela, algo del misterioso sentido del dolor

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.

Era alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
( Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía. )

Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.

Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.

viernes, abril 18, 2008

Soledad y amistad.

El miércoles por la tarde. Ocho en punto. Salgo a dar un paseo por el Retiro. Una grande y delgada nube tamizaba lo justo los últimos rayos del sol para crear una atmósfera peculiar, una luz entre siniestra y mágica. Rosas azules. Amarillas. El verdor de los árboles, con su matiz cada uno. En la rosaleda alguna rosa ansiosa florecía ya. Por los paseos centrales, aquellos de los que huía, gente corriendo. Gente en bici. Gente en patines. Perdido por los paseos de arena, marginales, embarrados, nadie. La luna asoma por oriente. Una peonza era mi única compañía. Qué necesario es, qué imprsecindible se me antoja, de cuando en cuando, buscar esa soledad acompañada, mirar todo, tocarlo: la arena, la lluvia, la hierba. Volví rejuvenecido a casa. Volví más feliz a casa. Igual, exactamente igual que hace semana y media, cuando paseé, también por el Retiro, pero acompañado por un amigo, y por los paseos centrales, con sus músicos, sus títeres, sus terrazas abarrotadas, sus niños y sus globos...

lunes, febrero 11, 2008

Algunas preguntas sobre la novela y el cine negro


La siguiente reflexión sobre este género tan especial la han provocado la lectura de Cosecha roja, de Hammet y la película Una historia del Bronx, de Robert de Niro. La novela no es demasiado buena, es la primera del escritor, pero contiene todos los ingredientes del género del que es fundador, la novela negra. Una historia del Bronx no es ni una buena película (la historia de amor es la culpable, por inverosímil y ñoña) ni cine negro, aunque tiene elementos del mismo. Ejemplos recientes de buen cine negro que haya visto son Muerte entre las flores, de Joel Coen (1990), Uno de los nuestros de Scorsese (1990) o Camino de perdición de Sam Mendes (2002). Más clásicos El Padrino de Francis Ford Coppola (1972 y 1974) o Laura (1944) de Otto Preminger.

Los personajes en este género son todos seres detestables, sin moral y sin valores éticos de ningún tipo. El marco, la sociedad capitalista americana, sus suburbios y los círculos de poder. La intención, realizar una crítica social, eso en sus orígenes. El fruto, un conjunto de películas y novelas geniales ante las que uno no puede dejar de hacerse varias preguntas.

La primera de ellas, formal; ¿por qué nos ponemos de parte del protagonista si es igual de abominable que sus enemigos? En Cosecha Roja esto se debe únicamente a que quien nos cuenta la historia es el propio protagonista, ese detective que provoca, que "siembra" la cosecha de sangre con tan pocos escrúpulos y que tan buen resultado da. En Una historia del Bronx, porque la historia está contada dese el punto de vista de Ce, admirador incondicionado, hijo, de algún modo, de Sony.

La ginebra, los tacos, las balas y los ambientes más sucios de las ciudades conforman las constantes de este tipo de narraciones. ¿Puede justificar la intención crítica el cúmulo de despropósitos, la violencia gratuita y la fealdad moral? Por otra parte, la estética, tan cuidada en el cine negro clásico y moderno ¿No se puede considerar absolutamenete decadente?

Si alguien tiene respuestas, las recibo agradecido.

jueves, junio 21, 2007

A propósito de un cuento de Rubén Darío


La lectura de un cuento de Rubén Darío me ha hecho reflexionar algo sobre la condición del relato fantástico como manifestación epistemológica, social y política del XX. Pero quizás, y ahora que utilizo este “quizás” me doy cuenta de que todo es más complejo de lo que parece, la esencia que define el relato fantástico del pasado siglo sea precisamente su condición de relatividad, su postura escéptica ante el conocimiento de la realidad. Así es; el subgénero del cuento fantástico en el Modernismo se orientó principalmente hacia la puesta en cuestión de los pilares epistemológicos, e incluso ontológicos, sobre los que se sostenía el pensamiento de la época: la ciencia y la razón. Pero este desarrollo, en la cuentística de Rubén Darío, traza una línea para ir adquiriendo formas más hondas y trascendentes, que recogerán Cortázar y Borges, entre otros.
Rubén Darío no acude al relato fantástico como podría haberlo hecho cualquier otro escritor de su época; a esas alturas de su carrera literaria Rubén Darío ya ha tomado plena conciencia de su americanidad, y el cuento, que es considerado como uno de los primeros que se escriben sobre la Revolución Mexicana (tema clásico en la literatura del continente) nos habla de ese país, de sus primitivas costumbres y de su realidad social en el momento en el que es escrito, con los fusilamientos por parte del Padre Reguera incluidos. Nos habla también de política, de drogas y de alcohol.
“Huitzilopoxtli, Leyenda mexicana”, fue publicado en el Diario de Centroamérica (Guatemala 1915), y recogido por Fidel Coloma González en su antología (Rubén Darío, antología verso y prosa, México 1991, pp. 251-255). La leyenda, como la denomina Rubén Darío, nos la cuenta un periodista del que desconocemos su nombre, nacionalidad, edad… Sin embargo, ya desde el principio van surgiendo nombres históricos reales que nos son muy familiares: Porfirio Díaz, Pancho Villa, Madero, Carranza, el Padre Reguera, etc.
El periodista, en compañía del médico yanqui John Perhaps y del padre o coronel Reguera se dirigen hacia un lugar donde se encuentra un destacamento de Carranza. Por el camino tienen que pasar varios controles de indios que Rubén Darío nos los presenta descalzos. El cuento podríamos dividirlo en dos partes, una primera en que el narrador y el Padre Reguera hablan y en esta conversación ya aparecen las dos características que hemos señalado como definidoras del relato fantástico; efectivamente la conversación se polariza en dos temas: la política y los dioses extraños, los dioses de la tierra. Durante la conversación entre ambos John Perhaps va separándose de los dos, pero aunque al principio el periodista le da importancia termina por olvidarse de él y ya no se sabe más del norteamericano hasta la última parte del cuento, cuando aparece involucrado de lleno en el fenómeno misterioso que observa el periodista.
Según nuestra división la segunda parte del cuento sería la “visión”, nunca sabremos si real o producida por las drogas que ingiere el narrador (el padre Reguera sólo tenía tabaco mezclado con marihuana). Durante la noche, el protagonista escucha un “vago rumor de voces humanas… alternando de vez en cuando con los aullidos de los coyotes”. Curioso, se acerca hacia el lugar de donde provienen las voces y en la espesura de la selva contempla un enorme ídolo de piedra, altar al mismo tiempo, como él dice y como se manifiesta más adelante, pues allí se está realizando un sacrificio cuya víctima es John Perhaps (“quizás” en inglés, no lo olvidemos). Aunque según el testigo del acontecimiento “es imposible detallar nada”, nos cuenta cómo unos cuantos indios (que él ya conocía, pues le habían estado sirviendo antes) danzan en torno al ídolo, que resulta ser Teoyaomiqui, diosa mexicana de la muerte. Acuden los coyotes que forman un círculo que rodea el altar donde está siendo sacrificado Perhaps. Nunca más se sabe nada de Perhaps.
En general se puede decir que la utilización de lo fantástico como vía de acceso para las divagaciones metafísicas, ontológicas, o simplemente sociales, que no es el caso de este cuento, dice mucho de la madurez narrativa (la poética nadie la pone en duda) dentro del subgénero que venimos tratando. La conclusión a la que se puede llegar leyendo éste o cualquier otro relato fantástico (este cuento no es una excepción en la obra del nicaragüense; cuentos como “Thanathopia” (1893), “Salmón negro” (1899), “La pesadilla de Honorio” (1994), “La Larva” (1910), “El caso de la señorita Amelia” (1894), o “Verónica” (1896), entre otros muchos y que tratan temas muy diversos que van desde los saberes ocultos, como ocurre en el primero de los cuentos que hemos citado, hasta el mundo de la droga, como en el presente, o en el todavía más sugerente “Cuento de Pascuas” (1910)) es la puesta en duda de toda capacidad de conocimiento por parte del hombre. Recordemos algunos cuentos de Borges (“Tema del traidor y el héroe”), de Cortazar (“Continuidad de los parques”), etc. ¿Qué es verdad? ¿Qué es ficción? ¿No se puede deshacer el hombre de su carga de subjetividad? Sin duda, los grandes escépticos del siglo XX no fueron filósofos. El relativismo radical que padecemos se divulgó a través de la literatura.

martes, mayo 29, 2007

El Héroe, de Gracián


En clara oposición a Maquiavelo (al menos, en principio) nos encontramos con la primera obra publicada por Gracián (1637), dedicada a Felipe IV (como vemos, ya empiezan las semejanzas, pues antes Maquiavelo había dedicado su obra al gran príncipe de Florencia), y nos muestra otro modelo de héroe, de gobernante o príncipe, al fin y al cabo. Sí, parece que para el autor el héroe debe poseer una primera cualidad; su profesión (político y gobernante) y después las virtudes que predica de quien merece tan distinguido título.
Para los amantes y defensores de la ingenuidad este libro puede resultar insidioso, quizás más que el de Maquiavelo, pues como afirma de modo más rotundo en El Discreto, "no hay simple que no sea malicioso". En cuanto al estilo encontramos notables diferencias; la prosa barroca de Gracián todavía no es tan extremada como en libros posteriores, sin embargo el abuso de artificios y retórica anuncian ya al que será considerado, con Quevedo, el máximo exponente del conceptismo.
Insisto en que es curioso advertir en un autor autoproclamado "antimaquiavelista" la innegable influencia del autor de El Príncipe; entre las cualidades que destaca muchas aparecen en el autor italiano, y así, la agudeza, el entendimiento, el arte de saber ocultar los defectos y realzar las virtudes aparecen de forma muy similar en ambos autores. Pero para Gracián, y aquí sí hay diferencias, el héroe debe ser afable, cortés y educado, tanto en el hablar como en el obrar, debe ser amado y no temido, magnánimo de corazón a la par que realista, y por eso debe buscar siempre empresas políticas plausibles, de éxito probable. Jamás debe ser afectado y cultivar el buen gusto, aunque bien es cierto que más por la importancia que tienen las apariencias que por otros motivos más nobles. Otra cualidad que destaca es la del conocimiento propio, pues como dice en El Discreto, no hay nada más sencillo que el conocimiento ajeno y complejo que el de uno mismo. Y ante todo, destaca en el héroe el esfuerzo y la virtud, desde una visión cristiana.
Hay quien ha criticado a Gracián de hipócrita por este libro, pues junto a la prédica de cualidades que en el fondo no son sino un "arte de la apariencia", dedica un capítulo a la virtud, siendo éste el último y que invalidaría alguno de los anteriores.
En cualquier caso no me quedo ni con uno ni con otro (ni Maquiavelo ni Gracián); seguiré investigando en épocas pasadas para ver si encuentro algún modelo que me convenza, que me plazca, que me satisfaga. Y mientras tanto me quedo con el idiota de Dostoievsky.

martes, mayo 22, 2007

El Príncipe, de Maquiavelo


Últimamente, en mis clases de literatura, han salido nombres como los de Maquiavelo y Castiglione, Valdés (Alfonso), Erasmo o Tomás Moro, y más recientemente, Gracián, Quevedo... Todos ellos escriben ensayos, tratados, sobre como debe comportarse un gobernante, político o noble en general. Un alumno, al que le estoy muy agradecido, me dejó El Príncipe, de Maquiavelo, por si encontraba algún fragmento adecuado para leer en clase. Como el tiempo apremia, no he podido hacerlo, pero sí lo he releído. Para su lectura he intentado enfrentarme sin prejuicios, como los humanistas del Renacimiento, y lo mismo haré después con El Héroe, y El Discreto, de Gracián, con El Cortesano, de Castiglione, etc.. Aquí están las conclusiones de mis lecturas.

Pienso que El Príncipe ha sido uno de los libros más influyentes de la humanidad, y me remito a la práctica política habitual. Escrito en 1513 y dedicado a Lorenzo de Médicis (quien, por cierto, lo encarceló y de quien jamás recibió sus favores) está escrito con una prosa sencilla, serena, clásica, dentro de los cánones estilísticos del Renacimiento: "No he engalanado esta obra con flores retóricas, ni con palabras altisonantes". Escribe el libro por la "larga experiencia de la política moderna, y una lectura continua de la que seguían los modernos". Efectivamente, Maquiavelo, antes de que los Médicis se hicieran con el poder en Florencia sirvió como funcionario primero, como secretario de la cancillería de Asuntos Exteriores y de Guerra después, y finalmente, como diplomático. Y en cuanto a la continua lectura a la que hace referencia es innegable la gran cultura de la historia y de la cultura clásica de la que hace alarde en esta obra. Menéndez Pelayo afirmaba que "como político y como hombre, me es del todo antipático, pero le admiro y venero como escritor". Maquiavelo, además de El Príncipe, escribió obras sobre historia, sobre el arte de la guerra y teatro, entre las que destaca La Mandrágora.

La obra de la que hablamos es un libro doctrinal dedicado a los príncipes italianos, que con tanta frecuencia perdían sus tierras por conquistas extranjeras o revolucioones internas. El hilo conductor de toda la obra es que más allá de toda moralidad, el príncipe debe conservar su principado y procurarle bienestar. En efecto, el príncipe debe estar dispuesto a obrar contra la caridad, contra la humanidad (no digamos contra la fe o la religión) si el fin así lo requiere. Con estos presupuestos se entiende que ante la disyuntiva de si es preferible para el príncipe ser amado o temido, opte por la segunda, pues "los hombres ofenden antes al que aman que al que temen". También se entiende que ante la cuestión de si los hombres deben ser fieles a sus tratados (capítulo XVIII) afirme que " La experiencia de estos tiempos nos demuestra que entre los que más se han distinguido por sus hazañas y prósperos sucesos, hay muy pocos que hayan hecho caso de la buena fe o que escrupulizaran de engañar a otros cuando les tenía cuenta y podían hacerlo impunemente".
La astucia es una de las grandes virtudes de las que debe estar adornado el príncipe, así, "si las potencias que están en guerra no pueden inspirarte temor, sea quien quiera el que venza, la prudencia te aconsejará igualmente que te declares a favor de una de ellas; pues de esta manera concurrirás a la ruina la otra, sirviéndote de auxiliar la primera". Y el príncipe, que siempre debe velar por su posición, ha de tener en cuenta que "si el partido principal, sea el pueblo, el ejército o la nobleza, que os parece más útil y más conveniente para la conservación de vuestra dignidad está corrompido, debéis seguirle el humor y disculparlo. En tal caso, la honradez y la virtud son perniciosas".
Junto a estas y otras muchas reflexiones de tanta repercusión ética, Maquiavelo desciende a detalles más prácticos (todo en este libro son consejos prácticos) sin repercusiones morales tan directas; por eso recomienda el desuso de mercenarios, práctica habitual en la época, y aconseja las tropas nacionales, ¿qué debe hacer un príncipe con sus milicias en tiempos de paz?, la importancia de ocultar los defectos y mostrar las virtudes, cómo hacerse estimar por el pueblo y un largo etcétera. Todo esto salpicado de una avasalladora erudición, de ejemplos de clásicos y modernos de grandes hombres, también basado en su experiencia personal.

Es hora de sacar conclusiones. decía al principio que El Príncipe es uno de los libro que más han influido en la historia de la humanidad. No dije por desgracia, pero lo digo ahora. Su actualidad es tal que algunos políticos explícitamente han dicho que éste es su libro de cabecera. Otros no lo dicen, pero por su forma de actuar, parece que lo tienen como tal: ¿Se puede justificar una guerra y apoyarla moralmente por los beneficios que nos pueden reportar? ¿Se puede acabar con un mal, por ejemplo, el terrorismo, mediante la manipulación, la mentira o cediendo al chantaje? ¿Es lícito mentir si así el pueblo nos va a dar su voto y "confianza"? ¿Si el pueblo pide lo que no hace su dignidad el gobernante debe concedérselo para tenerlo contento? Según Maquiavelo, la respuesta a todas estas preguntas es "sí". En mi modesta opinión, no.

jueves, mayo 10, 2007

Mis poemas II: Pablo Neruda

Uno de los libros de poesía que más me han impactado fue Residencia en la tierra, de Pablo Neruda. La búsqueda por los abismos más osuros del alma humana no me hizo ningún bien, cuando lo leí, por eso es una lectura que nunca recomiendo; tiene su momento, su edad, pero también es necesario acertar con el estado de ánimo preciso que requiere su lectura.
En general, Pablo Neruda me parece un grandísimo poeta a pesar de que no estoy de acuerdo en casi nada de lo que piensa; ni en el plano político, ni ético, ni vital... Pero advierto en él tres características que admiro, aparte de su pericia técnica y su maestría en la versificación:
- La capacidad de constante renovación. Jamás se repite en sus libros, ni por los temas ni por las formas, y esto a lo largo de sesenta años tiene mucho mérito.
- Su sinceridad y honradez, y a sus versos me remito. así, cuando tiene que rectificar rectifica, pide perdón y sigue pa`lante.
- El paso decisivo que dio del YO al NOSOTROS (bien es cierto que por medio del marxismo, aunque también del americanismo). Recordad que su siguiente libro fue esa desmesura del Canto General, pretencioso canto épico, que con todos su mitos y todas sus mentiras es un libro genial, en especial sus "Alturas del Machu Pichu", con esa suerte de experiencia sobrenatural y sobrecogedora, social sencilla y sublime a la vez.
El poema que he elegido es el famosísimo "Walking Around". Es desgarrador, doloroso y mentiroso, muy influido por el surrealismo. Pero resume todo el libro y, la verdad, ¿quién no ha sentido de alguna manera cernirse sobre sí esta terrible sombra que con tanta crueldad describe? A lo mejor nadie, y los raros somos él y yo. Aquí está el poema:

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

sábado, abril 28, 2007

Siesta o Reza

Hace poco más de dos horas eran las cuatro de la tarde. Un sábado, las cuatro... Una modorrilla sutil iba apoderándose de mi cuerpo, y yo, conocedor de los efectos que podría acarrear el no estar preparado si sucedía lo que temía, me preparé para el evento, es decir, me acomodé en el sillón con orejeras (fundamental para que el cuello no sufra), con luz tenue, la mínima para leer. Con todo mi cuerpo abarcando el espacio del sillón, con el ángulo preciso para que cuando, ya inconsciente, mi cabeza se posara sobre el orejero derecho, me puse a leer.
El libro era lo de menos, como podéis imaginar. De hecho, no busqué el que me estaba leyendo; cogí el primero que me encontré de camino al altar de Morfeo. Ninguna Parte, de Yasmina Reza. Es un libro de cincuenta paginitas, más o menos. En la cuarta página me incorporé más de lo debido teniendo en cuenta mis penosos objetivos, acercándome a los odiados 90º por Chillida. En la página 10 estaba totalmente incorporado. Al acabar el libro volví al principio y lo leí por segunda vez. Después me fijé en el prólogo, de Eduardo Mendoza, que señalaba precisamenete que al acabar el libro, si se volvía a leer la primera parte se descubrían nuevas perspectivas.
En fin, que no dormí la siesta. Ahora que escribo esto para el blog me doy cuenta de dos cosas; Arte y Ninguna Parte, los libros que me he leído de Yasmina, me han desasosegado de alguna manera; su brutal sinceridad sobre los asuntos más serios desconsuela, y aunque sinceridad no equivale a correspondencia con la realidad, lo cierto es que afina en la descripción de las contradicciones de los sentimientos humanos, al menos eso pienso. Si en Arte el tema era la amistad y lo que pone en duda es la veracidad de la misma, su desinteés y aspecto de donación radical, en Ninguna Parte es el sentimiento de desarraigo del hombre contemporáneo, lo ridículo de la nostalgia o la melancolía (¿o más bien el dolor de no poseer un pasado?), la difícil felicidad del hombre que ni encuentra amparo en su pasado ni esperanza en el futuro, y sólo le queda el presente, que en un punto, se es ido. Esa es la lectura que yo he hecho. Probablemente no sea la más fiel a la intención de la autora.
Lo segundo de lo que me he dado cuenta es de que la próxima vez tendré que optar; o siesta o Reza.

martes, abril 10, 2007

Roma y el Trastevere


He estado diez días en Roma. Han sido diez días inolvidables, como todos los que paso en Roma, ciudad a la que siempre que puedo vuelvo. En mi siguiente entrada haré unas reflexiones sobre "Roma y el Barroco", pues si algo llama la atención en la ciudad eterna es el barroquismo de todas sus manifestaciones artísticas e incluso cotidianas, pero hoy me gustaría hablaros de mi barrio preferido de Roma, el Trastevere.
El Trastevere es un barrio situado "más allá del Tíber", traducción literal. Es un barrio popular, sencillo, por sus gentes, sus construcciones (no hay ningún gran palacio) y lleno del ruido de niños jugando, de la música de los bohemios, de jóvenes entreteniéndose, de herreos trabajando... en definitiva, de la magia de lo cotidiano con sus siglos a cuestas. Lo que más me gusta de Roma es perderme por el laberinto de calles de este barrio singular, por sus calles estrechas que desembocan en fabulosas plazas, pasear sin rumbo por sus cuestas empedradas, hablar con el hombre del taller con cualquier excusa (una dirección, un bar), dejarme envolver por la tenue luz de las farolas al anochecer...
En la plaza que veis me ocurrió hace un par de años algo que me transformó en protagonista pasivo de una película cualquiera del neorrealismo. Todo lo que voy a contar es tan simple como cierto. Yo estaba sentado n las escaleras de la estatua del centro de la plaza. Mientras unos personajillos de los cuentos hacían malabares unos niños jugaban al fútbol con un señor mayor que hacía de portero. La portería era, ni más ni menos, el portón que veis a la izquierda de la plaza (puerta de la que en un momento dado salió una anciana, sin duda para hacer sus compras, que en vez de enfadarse saludó cariñosamene a nuestro querido y maduro portero). Pasó el tiempo, yo contemplaba la escena, y decidí tomarme un café (esquina más cercana). Una vez allí sentado, entró el portero. El portero era el cura, párroco del lugar, que jugaba con los monaguillos o fielecitos de su parroquia. Todo, junto a la basílica paleocristiana de Santa María, la más antigua de Roma. Esto es todo, pero si lo pensáis, la poesía que posee esta estampa es el mejor retrato de lo que es un barrio inolvidable como el Trastevere y una escena perfecta para un Visconti del siglo XXI.

lunes, marzo 26, 2007

Mis poemas I: Juan Ramón Jiménez

Hace poco más de tres años, la editorial Visor, con motivo de su publicación número 500 en su colección de poesía, convocó a los “130 mejores lectores de poesía”. Cada uno debía escoger el mejor poema escrito del siglo XX en español y explicar en un breve ensayo los motivos de su elección. El libro es magnífico, hay de todo, tanto en los poemas como en los comentarios que preceden a éstos (desde ensayitos más subjetivos y personales hasta otros más académicos, pasando por alguno humorístico, alguno genial por su originalidad y alguno gris por lo típico y por los tópicos de siempre con los que justifica su elección, su interpretación del poema, etc.). Es un libro que recomiendo a todos, la única pega que le encuentro es que se les pasó avisarme, así que yo, no contento con elegir un poema y explicar porqué me gusta por encima de otros muchos, lo voy a hacer con diez. El primero de ellos es el que hubiera puesto en esa magnífica antología. Es un poema de Juan Ramón Jiménez.

Lo leí por primera vez en los albores de la adolescencia, con catorce o quince años. Dicen, y estoy de acuerdo, que la poesía es, por encima de todo, una forma, un método de conocimiento. Allá por mis quince abriles este poema me conmovió tanto que se quedó grabado en mi memoria. A mis 28 noviembres el poema me dice algo totalmente distinto de lo que me decía hace ya casi quince años, pero sus gerundios me han acompañado durante estos tres lustros.

El uso del gerundio no es casual, el gerundio indica continuidad, ni pasado, ni futuro; presente, pero un presente que se proyecta en el futuro sin olvidar el pasado. Más allá, se podría decir que el poema pertenece a ese tiempo que es la eternidad anhelada, la eternidad que aquí vislumbramos con la esperanza puesta traspasada la cerca de la temporalidad aparente en que estamos inmersos.

El poema dice tantas cosas que sólo voy a comentar tres; la presencia del Carpe Diem; (Andando, andando. / Que quiero oír cada grano / de la arena que voy pisando). Qué invitación más sugerente a vivir el instante con ese amor y esa intensidad que merece; la apología de la vida serena frente a la deshumanización que las prisas quieren instaurar en nuestras vidas (Dejad atrás los caballos, / que yo quiero llegar tardando / - andando, andando-, / dar mi alma a cada grano / de la tierra que voy pisando); y los dos últimos versos, en los que lejos de poder ser interpretados como una rendición a la tristeza y al pesimismo son un “canto” realista y alegre, el dolor no implica infelicidad, más bien al contrario; el dolor es inseparable del amor, de la belleza y de lo mejor. Juan Ramón veía en la muerte la plenitud de la vida.

La rima del poema es sencilla, (asonante en –áo- en todos sus versos). Su retórica, inexistente. La sencillez de estos versos, lejos de convertirlos en “simples”, son la razón de su profundidad y de su belleza.

Andando, andando.
Que quiero oír cada grano
de la arena que voy pisando.
Andando, andando;
Dejad atrás los caballos,
que yo quiero llegar tardando
- andando, andando-,
dar mi alma a cada grano
de la tierra que voy pisando.
Andando, andando.
¡Qué dulce entrada en mi campo,
noche inmensa que vas bajando!
Andando, andando.
Mi corazón ya es remanso;
ya soy lo que me está esperando
-andando, andando -
y mi pie parece, cálido,
que me va el corazón besando.
Andando, andando;
¡Que quiero ver el llanto
del camino que voy cantando!