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lunes, junio 14, 2010

Últimamente...

He ido a ver a Eduardo, que contaba cuentos en la Feria con Garzón Céspedes y alguno más. Qué bueno es. Nos contó el Quijote en latín. Las carcajadas fueron constantes. Enhorabuena, Eduardo. Como iba con un tercer amigo luego me fui con él a tomar una copilla y a conversar. Ha habido otras muchas conversaciones interesantes, como la de ayer con los editores de Pre-Textos; coincidimos en nuestra pasión por Adam Zagajewski, en nuestra admiración por Carlos Puyol y quizás, si la charla se hubiera prolongado, hubiéramos descubierto más puntos de unión.
En mi paseo por la Feria me compré libros hasta que me quedé sin dinero (menos mal que no suelo llevar mucho en el bolsillo).
Con Fernando estuve planificando el Camino de Santiago que vamos a andar a principios de agosto desde Triacastela.
Y leo a Pushkin, Chesterton, George Eliot, Martínez Mesanza...
He estado en la Confirmación de mi sobrina Marta, en la 1ª Comunión de Blanca y en la Primera Misa de Elías, un amigo que se ordenó hace no mucho.
En fin, que no he tenido mucho tiempo para pasarme por ninguna de mis dos barras y ahora hay que recuperar el tiempo perdido.

martes, mayo 04, 2010

De pájaros


Estos días que he pasado de ITV espiritual allá, por la Pedriza, he coincidido con Enrique, a quien no conocía. Me enseñó a distinguir los distintos cantos de los pájaros; el pinzón, marcando su territorio, el cuco, que parece lejano pero está al lado, el verdecillo, alegre pero monótono... y muchos más. Me explicó que el ruiseñor es el único verdaderamente artista, pues improvisa con cada canto. Y me contó que aquella noche no había dormido nada; un ruiseñor cantaba a su señora mientras ésta incubaba a la cría (qué historia de amor más hermosa), y en estas entró un autillo en escena y se montó un mano a mano que ni Aute con Silvio en las Ventas. El ruiseñor saló victorioso, claro.

domingo, abril 11, 2010

"El negro artificial" o la paradoja de la misericordia

Ayer por la mañana leí la carta que Benedicto XVI escribe a los irlandeses. Es clara y rotunda, al tiempo que de ella emana una esperanza desconcertante. Paradójica. Y para entender esa paradoja tan profunda, la suerte, o el destino, o ya se figuran quién, hizo que leyera por la tarde, así, como al azar, "El negro artificial", de Flannery O'Connor, recogido en Antología del Cuento Norteamericano (Galaxia Gutenberg, Barcelona 2002) En este cuento un abuelo y su nieto viajan a la ciudad. El niño ha perdido a sus padres y sólo tiene al viejo. Quiere ir a la ciudad por segunda vez en su vida, pues nació allí. El viejo, un hombre astuto, valiente, virtuoso, que quiere dar a su nieto todos los conocimientos que le es posible dar, comete allí una vileza grande; rechaza, por causa del miedo, a su nieto. Después de esta infamia ambos vuelven al tren callados y separados por cinco metros. El viejo ha perdido todo el sentido de su existencia. El niño ha perdido a su abuelo. La distancia real que los separa no son esos metros físicos, ni ese silencio; es una culpa imperdonable. Uno, infractor. Otro, víctima. Parece que no hay salvación para ninguno de los dos hasta que ocurre el prodigio de la misericordia y ambos son redimidos. Y no sólo eso. El viejo cae en la cuenta de la suerte de gracia que le ha caído encima. Sin duda, el viejo desearía no haber cometido aquella torpeza, pero cometiéndola sabe de una savia nueva que nunca había gustado.
Las víctimas de todos los horrores que la prensa nos cuenta, Benedicto XVI, los irlandeses, los católicos... han sufrido mucho. Pero, gran paradoja, hay misericordia.

sábado, marzo 27, 2010

Cosas

Aunque hoy no es mañana, os decía en la anterior entrado, que debería ser la de ayer, que os contaría de la entrevista con Luis Alberto de Cuenca. Cordialidad. Afabilidad. Cultura. Arte de la conversación. Resumiros dos horas de charla sobre poesía, cine, tebeos, música, carreras, traducciones, radio, vampiros, Ítaca e Ítaca y un larguísimo etcétrea es imposible, de modo que tendréis que leer Ítaca (je, je).
En los últimos dos días me han pasado unas cuantas cosas interesantes. He leído Oír la luz, de Sánchez Rosillo, libro que me ha causado una honda emoción y del que os hablaré con más calma, ha caído en mis manos el número que Renacimiento dedica a Chesterton, y aunque no he empezado a leerlo, ya me doy envidia a mí mismo. He comprado un libro de Roger Wolfe, por fin: buscaba otro libro y me topé con éste. Leí los primeros poemas y no dudé. Conseguí al fin que mis alumnos me odiaran definitivamente (no creo que les dure demasiado). Volví a ver, esta vez con unos amigos, Esto es ritmo!, impresionante documental por su sentido común sobre la cuestión pedagógica, pero antes que nada, belleza 137 minutos, belleza sin descanso, me voy a apuntar a unas clases de danza. Miguel ha retomado Tinta y ceniza, así que visitarlo de vez en vez. Estoy releyendo, como siempre por estas fechas, El libro de la pasión, de Ibáñez Langloise (por cierto, la antología de Númenor es excelente). Me llamó un amigo con el que hacía mucho tiempo que no hablaba y resulta que está haciendo su trabajo de investigación (es filólogo) sobre la adaptación al cine de No es país para viejos. Hablamos largo y tendido sobre el viejo Cormac. Mañana me voy a Fátima. Ahora, a dar un paseo.

domingo, marzo 21, 2010

Luis Alberto de Cuenca

Ayer fui a la Casa del Libro. Tenía que comprar unos libros de Luis Alberto de Cuenca, pues mañana he quedado con él para una entrevista de la gran revista de la que ya os hablaré más adelante. Me he he leído en menos de 24 horas Poesías (1976-1996) Cátedra, 2006. Qué maravilla ver, en un solo poeta, la erudición más exquisita y la cotidianidad más cercana. Y por poner una pega, el exceso de erotismo. Aunque entiendo que muchos de sus poemas tienen una influencia directa de la lírica provenzal y de esos amores que no por ciertos, son menos veraderos, el caso es que tanta sensualidad cansa. No así el conjunto de su poesía, que es maravillosa. Y en la Casa del Libro me encontré con Carlos Javier Morales, poeta al que admiro hasta extremos inadjetivables y al que leo desde hace más de diez años. Y hoy voy y me encuentro con Adolfo Torrecilla, crítico literario a quien conocí estudiando la carrera. Y como siempre que nos encontramos, hablamos de libros, de literatura, y de viejos amigos. Pero todo esto venía a cuento de Luis Alberto. Pero pensándolo bien, mañana os podré decir algo más interesante que mi relectura.

viernes, febrero 26, 2010

Varia

Llego a las 8.20 AM. con la lengua fuera. Y una vez más me equivoco; no tengo clases hasta las 10.45. Digo unos cuantos tacos (no muchos) y miro lo positivo, puedo actualizar el blog. Ayer, cuando llegué totalmente calado a casa, y me miré de arriba a abajo, mi mirada se posó en los zapatos, y como por arte de magia estaban limpios limpios limpios, como no lo estaban desde que los compré. ¡Que suerte que nos llueva! Y así sucesivamente. El miércoles me di cuenta de que no creía en la educación y perdí la ilusión por la actividad que más tiempo ocupa en mi vida. Resultado: como de toda crisis, maduración, profundidad, mejor comprensión de la realidad. A todos nos aqueja un ramalazo del complejo ese de Peter Pan (por supuesto, de todos los demás también). Y es bueno de vez en cuando una palmadilla en el trasero que nos haga recapacitar.
Terminé Vida y Destino, de Vasili Grossman (DEbolsillo, 2009). Impresionante: sólo valoramos lo que tenemos cuando desaparece, así de triste es nuestra condición. Sigo con Claudio Rodríguez y su Poesía Completa: emocionado. Leo una Antología de Ezra Pound (Visor, Madrid 1983), Mi Ántonia, de Willa Cather, releo A merced de los pájaros, de Jesús Cotta y vuelvo constantemente a cinco o seis poemas, releo a Miguel D'ors y se lo leo a mis alumnos. Retomo Lo que vi en América (lo perdí) de Chesterton y es una fiesta, os lo aseguro. Leo a Aleixandre, sobre quien tenía bastantes prejuicios, y me empieza a gustar. Me acaba de saludar un alumno y el muy capullo me pregunta que qué hago aquí a estas horas. Le propongo ser mi secretaria. Bueno, ya seguiré, voy a convencerle de que lo sea.

lunes, febrero 22, 2010

Añoranza del pueblo

Siempre he querido tener un pueblo. Cuando era pequeñito mis amigos se iban al pueblo y me quedaba en mi barrio más solo que un tonto, hasta que empezaron a invitarme a sus pueblos cuando descubrieron que yo no tenía, pues mis padres son más de Madrid que el cocido. ¡Suerte de amigos que se me han regalado! Después, cuando crecimos, yo me reía un poco de mis amigos, porque lo del pueblo ya no tiraba tanto y los pobres tenían que irse de Madrid, cuando Madrid era una fiesta, al pueblo, que ahora solía ir acompañado de un epíteto que omito. Pero nos hemos hecho mayores, y de nuevo el pueblo ha perdido el epíteto y recobrado su magia y su encanto. Estos años, en los que he pasado tantos días en Ortigosa del Monte, Segovia, a los pies de la Mujer Muerta, ya no me puedo considerar huérfano de pueblo. Y me alegro.

domingo, febrero 14, 2010

Otra experiencia pedagógica: La otra gente, de Pedro Antonio Urbina

Sabía que era un riesgo, pero me lancé. Mandé a mis alumnos de 1º de bachillerato comprar La Otra Gente, de Pedro Antonio Urbina (Fundación de Cultura Andaluza, Númenor, Sevilla 2007). Llamé a Fidel Villegas, le pedí los libros. Llegaron. La idea era leer los cuentos en clase e ir coméntándolos. Me encontraba con varias dificultades (o eso creía):
1º El género del cuento no es el más leído, y menos entre chicos de 16-17 años.
2º Los cuentos de PAU son muy poco narrativos y muy líricos.
3º En una clase de 35 alumnos sospechaba que les iba a costar ir hablando de los cuentos que íbamos leyendo con naturalidad; ya sabéis la timidez que a veces impide expresar lo que se siente con ciertas edades.
y 4º Pensba que podía no gustarles el libro, por su lirismo (una vez un padre me aconsejó, y sabiamente, que tenía que entrarles a los chicos más por lo lúdico que por lo lírico).
Y comenzamos a leer. Y al terminar el primer cuento, después de varias intervenciones (primer obstáculo superado) entendimos todos que nos enfrentábamos a un libro de carácter iniciático. Buena lectura. Y seguimos leyendo. Y aparecieron los grandes temas de la litertura: la muerte, el amor, el dolor, la alegría... Uno de los cuentos que más les gustó fue "El Payaso" (como veis, tienen buen gusto mis alumnos). También "los cangrejos", "Luz de cerilla" (son bastante románticos) y un largo etcétera. Pero sin duda, el que generó más entusiasmo fue el del señor Butifarrón: "El paseo de los plátanos". Y es que, por lo visto, es muy común a todos nosotros no valorar lo que tenemos hasta que desaparece...
Después de las lectura, les pedí que me escribieran en un folio una reseña del libro. El entusiasmo que ha producido en casi todos los alumnos la lectura de estos cuentos tan geniales me ha hecho pensar que quizás no me doy cuenta de que la buena literatura, aunque no sea fácil, es la que hay que acercar a los jóvenes lectores y dejarse de libritos facilones y simples, que si quiero animar a leer a mis alumnos, tengo que invitarles a leer lo mejor, porque no son nada tontos y lo saben apreciar, y disfrutar. Ellos me han dado una lección. Y aquí dejo esta experiencia por si a alguno le sirve.

domingo, enero 31, 2010

La escultara, mi novísima afición

Ya sabéis que hay dos asuntos que no termino de arreglar conmigo mismo: uno, la iconstancia para continuar todo aquello que empiezo. Segundo, empezar demasiadas cosas. En fin, he aquí mi nueva afición, que no sé lo que durará, pero que me ha hecho pasar un rato de lo lindo con un amigo: la escultura. Espero que os guste y no olvidéis que es la obra de un principiante.




jueves, diciembre 24, 2009

Felicidades, desde Gran canaria...

El lunes, cuando una gruesa alfombra blanca adornaba mi barrio me volví a emocionar. Cuando llegué al cole, después de estar a punto de caer al suelo varias veces, abrí Internet y leí la noticia de que en Barajas se habían suspendido los vuelos nacionales. Entonces caí en la cuenta de que esa tarde viajaba a Canarias y toda la poesía de la dichosa (sic) alfombra blanca desapareció. Me di cuenta de que por una vez era un posible damnificado de una noticia con suficiente categoría como para salir en la tele. Pero, finalmente, aunque con unas cuantas horas de retraso mi avión salió, y aquí estoy, en la isla de Gran Canaria. Ayer ya me bañé en la playa. Hoy madrugué y fui a la iglesia de Santo Domingo, en el barrio de Vegueta, a la Misa de la Luz (impresionante) y después vi el amanecer (bueno, llegué un poco tarde) desde las Terrazas. ¡Incluso corrí de punta a punta (casi) la playa de Las canteras! Pero… ¡qué agujetas después! Aviso a mis amigos con los que me meto por hacer footing: no es lo mismo correr por la playa que practicar ese otro deporte individualista y detestable. En fin, que la barra sigue funcionando, aunque a miles de kilómetros de su ubi habitual, y desde aquí os deseo una entrañable Navidad cerca de los vuestros.

domingo, diciembre 13, 2009

Hamlet, la estación y el tabaco

Esta semana han ocurrido demasiadas cosas extraordinarias como para contarlas todas, así que me limitaré a contar tres.

El viernes era el cumpleaños de un amigo y le apetecía ver Hamlet, de Kenneth Branagh, pero claro, la versión normal, no la extendida… Yo dije que la tenía y la vimos, pero no era la corta, y mejor, claro, lo malo es que me fui a la cama a las tres. Me pasó lo que descibe Lampedusa en sus ensayos sobre Shakespeare (Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Nortesur 2009). En ese libro comenta una por una todas las obras del genio inglés, pero cuando llega a Hamlet… se calla, no dice nada porque nada se debe decir. Experiencia estética inolvidable.

El sábado por la noche, misteriosamente y después de muchos avatares que omito acabé con tres amigos, unas pipas y una cerveza en una estación de tren semi-abandonada en Ortigosa del Monte declamando poemas de Bécquer, Quevedo, Lope, D’Ors, y muchos otros.

Y por último, otro día bajé a comprar tabaco a mi bar (que lo fue antes de José Hierro, como sabéis), es decir, a mi Parisiena. Y el caso es que estaban hablando de mi cole, que es del barrio, y del Opus Dei, (no con toda la precisión que se debería, pero por desconocimiento, nada más). Pablo, el dueño del bar, que me conoce, sonriendo me hizo un gesto y me invitó a tomar la palabra. Total que estuve más de una hora conversando con los encantadores parroquianos de mi barra no virtual. Como yo había bajado a comprar tabaco no sólo para mí, sino para otro amigo, pensando que me podía haber pasado algo, fue a buscarme y al verme tomar las varias cervezas a las que gentilmente me estaban invitando, se enfadó un pelo y me pidió el tabaco. En fin, la vida del bario, tan maravillosa, que te hace perder horas de sueño pero también te hace ganar amigos, conocidos, conversaciones y risas por doquier.

martes, diciembre 08, 2009

Las olas


Esta historia es una más, tan real como que hoy es 8 de diciembre de 2009 y que hace casi un año esto ocurrió, y que esto se escribió... Lo malo es que hoy, ayer, durante estos meses sigue ocurriendo; en Canarias, en Madrid, en todo el mundo. Y yo que me quejo de la insidiosa alergia... La alergia es un lujo que sólo podemos permitirnos algunos...


Es la una de la mañana. En la sala de espera del aeropuerto apenas hay diez personas. Quiero fumar un pitillo y subo a la terraza. El aire de Canarias es saludable. El humo de mi cigarro es especialmente blanco y denso en esta noche estrellada. A lo lejos se oye el continuo batir de las olas (lo mejor de Canarias es, sin duda, el ruido del mar). Vuelvo a casa, a la tierra castellana, a los horizontes chatos de neón y cristal. Vuelvo a casa, con los míos y mis trajes, mi cerrada vida social, mis deberes y mis clases. Vuelvo a casa.

No sé porqué me vuelve a la memoria. Quizás sea el batir de las olas, allá, en el mar. Yo sabía que mi amigo arriesgaba y apuraba demasiado con la moto. Íbamos sin rumbo, como hacíamos siempre. Acabamos en los suburbios portuarios de la ciudad, el último muelle. También sabía que en aquellos viejos e inservibles barcos que nunca volverían a navegar vivía gente, gente sin papeles, sin dinero, sin otro hogar mejor. Esas gentes que se instalaban en el mar acababan sus días en el mar.

Cuando subimos a aquella barcucha que milagrosamente flotaba no sabíamos que nos encontraríamos con aquella chica, tan guapa, tan frágil, tan sola... Sola con un niño de apenas tres meses.

¿Dónde está tu madre?

No sé. ¿Sois policías?

Ella misma se dio cuenta de la evidencia, así que seguimos conversando.
¿Necesitas algo?
De ustedes, no. Gracias.
Continuó la conversación. quella muchacha vivía sola con su hijo. No era canaria ni española. Simplemente era un ser humano que quería vivir, cuidar a su niño y hacerlo feliz, algo que ella era pero por motivos demasiado abstractos: amaba. Intentamos explicarle la cantidad de servicios sociales que existen en España. Nos dijo que ya, que sobre el papel es todo muy bonito. Después de contarnos lo que tenía que hacer para pagar ese alquiler ilegal y dar de comer a su hijo se nos hizo un nudo en la garganta.
Volvimos a la moto. En el camino de vuelta no hablamos. Pensábamos qué podíamos hacer. Tanto enredo de mafias, la policía, a la que sin duda había que esquivar. El batir de las olas. El sol espléndido y la tormenta dentro de esa pequeña embarcación oxidada. Apenas dormí esa noche. A la mañana sigiente mi amigo me confesó que le sucedió lo mismo:

Pero seguro que hay alguna forma de ayudar.

Al menos pudo contárnoslo, desaogarse, llorar.

Sí, pero...

Sí, pero eso quizás es lo mejor que podremos hacer por ella.


Ahora no me cabe duda de que no sólo era lo mejor que podíamos hacer por ella, era lo único, y sin duda, lo mejor.

jueves, diciembre 03, 2009

La vida es sueño, experiencia pedagógica

Así da gusto. En mi cole me han pedido que de a algunos alumnos que participan en un plan especial de "excelencia" (la verdad es que suena un poco mal) un seminario sobre una obra clásica. Escogí La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Pensé que lo mejor era no preparar nada y, entre todos, estudiar y criticar la obra partiendo simplemente del texto. Ya dudo si lo hice por pereza o porque pensé que era, efectivamente, lo mejor. El caso es que ayer comenzamos a leerla, sin introducciones de ningún tipo. Y nada más empezar advertí el desplante que le hace Calderón a Lope. En Su Arte Nuevo Lope dice:
No traiga la escritura, ni el lenguaje
ofenda con vocablos exquisitos,
porque si ha de imitar a los que hablan,
no ha de ser por pancayas, por metauros,
hipogrifos, semones y centauros.


Y va el chulo de don Pedro y comienza su obra maestra con el conocido "Hipógrifo violento". Y seguimos leyendo. Y entre todos, entendemos la obsesión romántica por esta obra; si hay una palabra que pueda ser sinónioma tanto de La vida es sueño como del Romanticismo es la palabra Libertad. Y seguimos leyendo, y asombrados, nos damos cuenta de que el dolor y la angustia existencial de Segismundo posee una modernidad extraordinaria, e incluso no atrevemos a decir que la rabia que le da a Segismundo el hecho de que Rosaura le espíe en un momento de debilidad, de fragilidad, puede estar hablándonos del carácter introvertido del propio Calderón, o de cualquiera de nosotros. Y continuamos, y descubrimos el dilema moral que se le plantea a Clotaldo: o ser leal al rey o ayudar a su hijo (en realidad hija). Pero leemos un poco más y vemos la ambición, la pasión, el honor y el amor encarnados en personajes y acciones... y otro alumno sugiere que la obra se desarrolla en Polonia para desubicar, y así universalizar, todos estos temas de los Calderón tiene algo que decirnos. Y se nos ha pasado una hora y pico volando, leyendo unos maravillosos versos sobre unos asuntos que a todos nos interesan enormemente. Cada uno por nuestra cuenta acabaremos la lectura. El próximo miércoles volveremos a hablar. Y volveremos a contarnos lo que cada uno ha descubierto. Así da gusto.

viernes, noviembre 20, 2009

Doscientas

Doscientas entradas cumple este blog con la presente. Muchos comentarios, aunque tan intermitentes... Algún lector (Manolo, acabo de descubrir que eres "seguidor", el único, de este blog, y me emocioné). Alguna discusión, aunque pocas, para nuestro gusto, y es que en las barras, ante todo, se discute. Y un servidor, escribiendo ya durante casi tres años, con más o menos acierto. Lo importante es la excusa para la fiesta, el brindis... y el trago.

lunes, noviembre 09, 2009

Ronald Knox, de Evelyn Waugh


Acabo de terminar de leer la magnífica biografía de Ronald Knox, (Evelyn Waugh, Palabra, Madrid 2005). Ronald era un tipo estupendo, y encuentro (salvando la abismal distancia, ojo) un cierto paralelismo con lo que a veces me ocurre. Me dedico a la enseñanza, actividad que, como la pastoral de Konx en Oxford, es incompatible con la escritura. La enseñanza exige un cien por cien de dedicación: de fuerzas, de cabeza, de tiempo... igual que la escritura. Además, en mi caso, que no en el del converso, siempre queda la incertidumbre de si de verdad tengo la musa, como decía un amigo. Pero el caso es que lo que quería era recomendaros el libro. Prosa exacta y precisa, sobria. Una vida sencilla y por eso ejemplar. Muchas citas de Knox, Chesterton, Belloc y otros grandes escritores. El ambiente de oxford. El ambiente católico de la Inglaterra en la primera mitad del pasado siglo. Y la conciencia, siempre la conciencia fina de estos ingleses de los que tanto tenemos que aprender.

sábado, noviembre 07, 2009

"Hacia abajo, al seno de la tierra/ ¡lejos del imperio de la luz!", Novalis

Esta mañana me he vuelto a armar de valor. He salido de mi casa a las ocho en punto, dispuesto a dejar mi Pacífico barrio como hago todos los viernes últimamente, bueno, y los lunes, martes… Dejando Gutenberg y la poesía del Poeta Esteban de Villegas...
Vile tan congojado
Por tal atrevimiento
Dar mil quejas al viento,
Para que al cielo santo
Lleve su tierno llanto,
Lleve su triste acento.

y también el Retiro, con su noche, a mi espalda, afronto de nuevo el rutinario descenso… a los cielos. Cruzo Menéndez Pelayo y saludo a aquel heterodoxo. Me dejo caer por Roncesvalles, con todas sus resonancias épicas. Como siempre, contemplo absorto la clínica dental con sus espeluznantes carteles de dientes mal puestos haciendo publicidad (?) y pienso en cómo o por qué todavía el vecino del edificio de enfrente, el del segundo, no ha puesto un “Se vende” en la ventana, como ya hizo el del primero. Quizás no le dio tiempo y ya se suicidó, o lo internaron en el doctor León. Pero apenas divago por estos vericuetos cuando me encuentro con la plaza de los Reyes Magos. Ya estoy en mi vecino barrio del Niño Jesús. Atravieso la majestuosa plaza y como en una carroza soy transportado a esa maravillosa curva en bajada donde Antonio Bienvenida me deja, con una verónica fantástica, en la bajada más intensa de La Virgen María. Desde allí veo el sol sobre las colinas de Vallecas, el parque de los Enamorados… Pero eso está allá, a lo lejos, en el horizonte. Me gusta que el sol me de en la cara a esas horas, y me gusta que sea en esa calle, que me lleva directamente, claro, a Jesús Aprendiz. Y yo, que voy a dar clase, empiezo a animarme, pensando en los maestros que tendría aquel Niño, y pensando que como todos los niños Él también admiraría a sus maestros… y me alegro por mis compañeros de Primaria. Ya he llegado a la avenida de Nazaret, y tras dejar a mi izquierda Samaria y a mi derecha Jericó, llego a ese purgatorio de Doctor Esquerdo, con sus atascos y sus ruidos. Pero en seguida cruzo y me planto en Astros, nuevo barrio, el de la Estrella, el del cielo, y también el del colegio. Todo tiene su lógica, extraña, paradójica en extremo (tanto que tardé en advertirla siete años andando estas calles mañana tras mañana). Paradoja doble si se piensa que todas las tardes, al volver, al caer el sol, asciendo –puñetera cuesta arriba- hacia Gutenberg y mi casa.

martes, septiembre 16, 2008

A las 12, el Ángelus


(El Angelus, Jean-Francoise Millet)

Cada día, la oración del Ángelus nos ofrece la posibilidad de meditar unos instantes, en medio de nuestras actividades, en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. A mediodía, cuando las primeras horas del día comienzan a hacer sentir el peso de la fatiga, nuestra disponibilidad y generosidad se renuevan gracias a la contemplación del “sí” de María.

Antes de ayer estuve en Lourdes. Además de respirar el aire puro de Francia y disfrutar del sol más limpio de nuestros vecinos, tuve la inmensa suerte de estar en una Misa con el Papa. Tras concluir ésta, rezamos el Ángelus. Tanta gente, de tantos lugares, a la vez y después de oír las bellas palabras de Benedicto XVI sobre esta oración (de ellas he copiado un fragmentillo ahí arriba) me han hecho pensar que os podrían interesar. Por cierto, que de vuelta y para celebrar todo, paré en Biarritz a comer algo distinto de unos bocatas pasados.

domingo, junio 22, 2008

Esto no es arte, de mi amigo Eduardo Ares

Sé que hace mucho que no escribo, pero ya sabéis: exámenes finales, cenas de amigos, prepaeración del verano... Muchas cosas. A todo esto hay que añadir que el pasado 17 dejé de ser un veinteañero. La gente, los amigos, se estiraron, y yo creo que en la última semana, así, exagerando un poco, sobrio, lo que se dice sobrio, mientras dormía. El caso es que el mismo día de mi cumpleanos, es decir, el martes pasado, mi amigo el genio, el cuentacuentos, Eduardo Ares, montó con sus alumnos del instituto de Valdevernardo la maravillosa obra de Arte, de Yasmina Reza. La adaptación, magnífica, la interpretación y la puesta en escena, maravillosas, y la dirección, lo mejor. Enhorabuena, Eduardo, si es que sigues pseándote por la barra.
Yo sigo leyendo a McCarthy, Todos los hermosos caballos; en cuanto la acabe os pongo la reseña y una reflexión interesante que mi mente urde en sus horas libres. Por último no podía abandonar esta entrada sin comentar la simpática anécdota que me sucedió el mismísimo día de mi cumple. Fui a mi barra no virtual a tomar unas cañas a última hora. Pablo, el dueño de mi bar (tengo pendiente una entrada sobre el español y su bar, pues todo ciudadano que se precie del estado que llaman España debe tener su bar, así lo pienso yo), no contento con regalarme una botella de Oporto me dejó elegir el partido en la tele (o Francia-Italia o Rumanía-Holanda). Lógicamente escogí el partido de nuestros hermanos de Rumanía. Todo el bar se mosqueóo conmigo, Pablo perdió algún cliente y un rumano que estaba en el bar casi me abraza de lo feliz que lo hice.
En fin, perdonad el caos de esta entrada en la que no hablo de nada y de todo, sólo me queda desear suerte a Rusia en la Eurocopa (en mi porra son los ganadores). Saludos desde la barra.

viernes, abril 18, 2008

Soledad y amistad.

El miércoles por la tarde. Ocho en punto. Salgo a dar un paseo por el Retiro. Una grande y delgada nube tamizaba lo justo los últimos rayos del sol para crear una atmósfera peculiar, una luz entre siniestra y mágica. Rosas azules. Amarillas. El verdor de los árboles, con su matiz cada uno. En la rosaleda alguna rosa ansiosa florecía ya. Por los paseos centrales, aquellos de los que huía, gente corriendo. Gente en bici. Gente en patines. Perdido por los paseos de arena, marginales, embarrados, nadie. La luna asoma por oriente. Una peonza era mi única compañía. Qué necesario es, qué imprsecindible se me antoja, de cuando en cuando, buscar esa soledad acompañada, mirar todo, tocarlo: la arena, la lluvia, la hierba. Volví rejuvenecido a casa. Volví más feliz a casa. Igual, exactamente igual que hace semana y media, cuando paseé, también por el Retiro, pero acompañado por un amigo, y por los paseos centrales, con sus músicos, sus títeres, sus terrazas abarrotadas, sus niños y sus globos...

miércoles, abril 02, 2008

Otra apología de la discusión o sobre por qué sigo vivo

Los tres profesores salieron del colegio a las cinco y dieciséis. Subieron la cuesta que les llevaba hasta el cruce con Doctor Esquerdo. Iban comentando ciertas incidencias del día, contrariedades y alegrías por fracasos o avances mínimos, a los ojos de alguien ajeno a su profesión insignificantes, transcendentales para ellos: Fulanito ya pronuncia la s, Menganito no aprobó el examen de recuperación, a los padres del otro les preocupa la pereza de su hijo (ya era hora que se dieran cuenta), a ver qué tal el concurso de lectura de mañana.
El del traje gris iba a cruzar con el monigote parpadeando. El del traje negro lo paró. El del traje blanco sugirió cruzar por el otro semáforo (lógico, iban a la esquina opuesta de un cuadrado. El del traje gris se negó en rotundo. El del traje negro intentó razonar. El del traje blanco en sus trece. El del traje gris en sus trece. Todo hubiera acabado en puños, creo, si no hubiera sucedido aquello. Un ruido fuerte, de golpe. Una puerta volando. Un coche a la deriva y a mucha velocidad. Otro golpe, ruedas pinchadas. El coche descontrolado salta a la acera y se para ya en el jardín. Una mujer enajenada. Veinte personas pálidas. No pasó nada, misteriosamente. Pero sí hubiera pasado algo si un hombre con cierto traje no hubiera decidido más saludable discutir sobre cualquier asunto, por ejemplo, sobre por qué semáforo cruzar. Certifico, desde esa mirada en la que me encuentro escribiendo, que si los hombres del traje hubieran hecho lo lógico, cruzar por el otro semáforo, y no se hubieran puesto a discutir, que nadie, con absoluta seguridad, contaría hoy esta pequeña crónica del barrio.