Ahora han caído en mis manos Sol de noviembre, de Miguel Dor´s y Cartas a un joven católico, de Weigel, pero estos días he estado terminando algunos libros y releyendo otros. Algunos de ellos son:
- En defensa del fervor, de Adam Zagajewski es uno de los ensayos más bello que he leído en los últimos años. Contiene desde ensayos profundos, redondos y sublimes (perdonad la redundancia) como son "En defensa del fervor" u "Observaciones acerca del estilo sublime", en los que el autor, dentro de la tradición que comenzara el Pseudo Longinos, reflexiona sobre ese "no sé qué" de la gran literatura y que ve desaparecido en la cultura occidental contemporánea, hasta los ensayitos sobre las vacaciones (genial) o la ciudad de París (encantador). Todo en este libro rezuma un aroma intelectual limpio, atractivo y sincero. Una de las mayores alegrías que me he encontrado en este género tan confuso, tan de nuestro tiempo: el ensayo.
- El Baile (Salamandra 2006), de Irene Némirovsky. Cuenta la historia de un desamor. La historia de unas relaciones familiares donde lo único que prima son los intereses y la propia realización personal. Rozando lo existencialista, no deja ninguna puerta abierta a la esperanza. No me ha interesado precísamente por eso, y dudo que ahora me anime con Suite francesa.
- Por último, he estado releyendo La vida serena (Rialp,1957), un librito que contiene el genial discurso, no recuerdo ahora el nombre del autor, titulado “Elogio de la pereza”. Bajo la marca del Beatus Ille denuncia la falta de espíritu contemplativo e invita a vivir más despacio, esto es, con más intensidad. El discurso va seguido de un ensayito de Joseph Piepper, “El ocio y el culto”, ensayo que me cabrea por una razón muy simple; ¿Por qué debemos limitar nuestra contemplación al descanso dominical o estival? ¿No puedo en mi trabajo, aunque sea servil, descubrir lo bello y lo sagrado?
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