lunes, febrero 11, 2008

Los ojos del hermano eterno, de Stephan Zweig


A leer un buen libro nadie se acostumbra. Si me gustan todos los libros que leo, bueno, casi todos, es por el simple hecho de que tengo la sana costumbre de abandonar un libro en cuanto deja de interesarme. Esto no sé si es una virtud o un defecto, pero os lo recomiendo, igual que esta novelita, La mirada del hermano eterno, bellísima fábula o parábola de Stephan Zweig publicada por El Acantilado (2002). Hay una edición digital aquí. Parece buena edidición, al menos los dibujos son preciosos, pero no sé que tal será la traducción. Sus setenta páginas no pierden intensidad narrativa en ningún momento, y esto, a pesar de su brevedad, no deja de tener mérito. El lirismo de la prosa tampoco decae, y los temas o asuntos van sucediéndose unos a otros encontrándose en ellos el mismo interés y la misma profundidad. Está claro que el tema central es el de la culpa, tan presente a lo largo de la literatura del siglo XX, pero la libertad, la justicia, la dicotomía acción-contemplación y el sufrimiento son las cuestiones sobre las que gira la vida de ese santo, Virata, que en tantas ocasiones y salvando las distancias nos recuerda constantemente al evangelio, tanto por el estilo y el lenguaje como por la actuación del protagonista. La tesis de Stephan Zweig creo que es un poco descorazonadora, si la he entendido bien; el hombre, haga lo que haga, con sus actos libres, incluido el de la inacción, siempre es susceptible de ser juzgado (eso sí, sólo por Dios) ya que cualquier acto contiene implicaciones sobre los demás. Y siempre incurrirá en alguna culpa, de la que tendrá que rendir cuentas. Es descorazonador para aquellos que no vayan a ser juzgados por un amigo. Suerte que tiene uno.

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