lunes, febrero 25, 2008

¡Florecieron los almendros!


Yo soy uno de esos afortunados hombres que van paseando al trabajo. El lugar donde lo hago habitualmente, mi cole, linda con la M-30 por el sudeste. Como vivo en el barrio de Pacífico, a la altura del Retiro, bajo por el encantador barrio del Niño Jesús, con sus maravillosas calles de sugerentes nombres. Al alba, a eso de las ocho, el sol se asoma por el cerro del Tio Pio y me alegra el alma cada mañana. Tardo quince minutos, en ir. La vuelta es distinta: la cuesta arriba, cuesta. El atardecer me lo impiden ver esas colmenas que abundan en nuestra ciudad. El paseo es de veinticinco minutos (la cuesta), y además, uno va con el peso del día en las espaldas. Pero el otro día, cuando volvía, oh dicha, oh vida, oh renacimiento de los días, la vida, el hombre, el otro día, que fue un día de especial trabajo, descubrí, al final de la cuesta, hacia la hora mágica, aquellos almendros en flor que me recordaron que lo mejor se acerca, que la vida nos da otra primavera, que, si uno quiere, la vida es una eterna primavera. Y ahora que me acuerdo, si no lo conocéis, éste es un buen fin de semana para visitar el valle del Jerte. El espectáculo visual de sus cerezos merece el posible esfuerzo. De veras.

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