Y por fin leo Ciudades de la llanura (Mondadori, Barcelona 1999), último libro de la trilogía que vengo comentando. Encontrarse en un mismo libro con dos personajes como Billy Parham y John Grady Cole, verles desayunar en una misma mesa, cabalgar juntos por Juárez y El Paso, cazar perros o beber whiskies y fumar cigarrillos es una suerte que los lectores de los dos libros que preceden a éste sabrán apreciar.
Billy es bastente mayor que John, quien tiene diecinueve años, y ejerce, de alguna manera, de padre del muchacho, paternidad compartida con Mac y Socorro y tantos otros. Y sucede que John Grady se enamora de Magdalena, una prostituta mexicana que trabaja en un burdel del país que tanto aman los personajes de la novela. Las reflexiones sobre el destino, la historia, la libertad, el papel de Dios en la vida de cada hombre, el asunto de la culpa y el perdón se enuncian, son preguntas que quedan sin respuesta, porque son preguntas difíciles, porque el autor no puede responderlas, y por eso surge la pregunta.
El otro grn asunto, el del cambio y el conflicto entre lo viejo y lo nuevo, omnipresentes en todos los libros de McCarthy, se plasman en el epílogo, y quizás la dedicatoria, que está situada en la última página, sea una llave, una clave para interpretar algo de lo que nos quiere decir McCarthy:
Seré el niño que de la mano lleves
Y tú serás yo cuando sea viejo
El mundo se enfría
Se agitan las naciones
Aquí termina la historia
Pasa página.
No hay comentarios:
Publicar un comentario