lunes, abril 13, 2009

Cine español

Aunque el cine español no se caracterice precisamente por su excelencia, salvo excepciones tan extraordinarias como Erice, Buñuel y algún otro, siempre es simpático ver películas en las que los personajes hablan con las mismas expresiones que tú, reconocer calles y tiendas en las que has estado, y llevarse gratas sorpresas de cuando en cuando. Últimamente he visto tres películas españolas que me han gustado, y por eso las comento brevemente.


Cobardes (José Corbacho y Juan Cruz, España 2008) es una sátira social demoledora. Me ha encantado, a pesar de sus carencias, por dos motivos; porque no da una solución facilona y simple y porque lo que denuncia esta película es la ausencia de amor y de confianza. Ese es el problema y la lucidez con que se muestra hacen de la película un análisis certero y devastador de nuestra sociedad. Aunque el tema del bullyng (o como se escriba) parece el asunto central, pienso que no es así. Gabriel, un niño pelirrojo, sufre la marginación y las bromas del Guille y sus amigos, bueno, amigos entre comillas, pues esa amistad más que de amor es de temor. Los padres, los profesores, los chavales, toda la sociedad es puesta de vuelta y media. La denuncia social toma como excusa algo que está ahí con más frecuencia de la que creemos, pero va más allá. Película muy dura pero que merece la pena ser vista, de veras.


Las otras dos películas son algo más viejas: Cuarta planta (Antonio Mercero, España 2003) es encantadora y la amistad de los pelones, su deje macarrilla tan madrileño y las bromas constantes hacen pasar un buen rato. Lo mejor, sin duda, es el acierto del director al contar una historia que es muy tierna sin caer en grimosidades ni lagrimillas fáciles. Así como en Cobardes la interpretación de los niños es muy floja, en ésta, con Ballesta a la cabeza, es genial. Una bella historia sobre la amistad.


Y por último está Volando voy (Miguel Albaladejo, España 2006), película basada en el Pera, un chaval que robaba coches allá por los años setenta y que llegó a convertirse en un mito. Es buena por la historia de su redención en la Ciudad de los Muchachos y ese personaje tan singular, tío Alberto, que existe realmente y al que me encantaría conocer, que con un poco de cariño lo consigue salvar. Un aspecto muy interesante que me hizo reflexionar es la necesidad de castigo que todos requerimos cuando hacemos algo que sabemos que está mál. Y si no que le pregunten al Pera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Juan:

Me pareció muy interesante tu apunte acerca de la necesidad de castigo para redimir el pecado. Suscita una reflexión profunda.

Sigue bien.
Rafael.