La lectura de este poemario me ha recordado, quizás porque lo leí justo antes que éste, a El contenido del corazón, de Luis Rosales. Si Rosales dice que la vida consiste en aprender a sonreír, Carmelo Guillén lo dice de otro modo, pero creo que ambos se refieren a lo mismo; ya sabéis Aprendiendo a querer, título de la antología que leí hace un tiempo y que todavía no he reseñado. Lo más interesante, creo, es el itinerario que en Guillén Acosta va del dolor desarraigado a la transcendencia:
Más tarde o más temprano, el misterio fecunda(de "Magia""). Y es que así como las dos primeras partes del poema el tono elegíaco está muy presente, la soledad muy expresa y el dolor encierra algop de amargura, en el último capítulo, el hombre se tranciende y le encuentra un sentido (quizás la palabra es atisbo). Aprender a querer es lo mismo que aprender es, definitivamente, lo moismo que aprender a sonreír. La musicalidad tampoco es extraordinaria, pero quizás sea una percepción subjetiva, dado que no he leído los poemas en voz alta. No sé.
de magia el universo (...)
y es así de inabordable: llega uno a su casa
y, a la buena de Dios, tras pasar el umbral,
atisba al fondo luz -que es a lo que aspira-,
y advierte que su vida se llena de sentido.
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