sábado, enero 30, 2010


Todo es para siempre, antología poética de Pedro Sevilla (Renacimiento, Sevilla 2009), llegó a mis manos hace unos veinte días, después de que me lo recomendara EGM. No sé cuántas veces lo he leído ya. Pero la buena lectura fue la primera. Me pasó lo mismo que cuando leí Confidencias, de Eloy Sánchez Rosillo, de la misma editorial: son poemas tan autobiográficos que tienen algo de novela introspectiva, sentimental, pero con el valor añadido de la palabra poética, musical, y la sinceridad y hondura propias del género (la verdad es que no sé si la comparación es muy acertada, ahora que lo pienso se parecen más a unas memorias, pero tampoco…). El caso es que uno va leyendo sus versos editados, como no puede ser de otra manera, cronológicamente. Primero uno siente cierta desazón, pues el paso del tiempo, tan dramáticamente tratado, a uno, que es normal, le afecta, claro. Y el dolor, ese misterio para el que no hay explicación, y el amor, tan complejo, y la muerte, tan cierta. Pero van pasando las páginas, y llegas a los versos de Tierra Leve, y a esos otros inéditos, y encuentras sentido al dolor, porque es fecundo y su fruto es la alegría, porque el tiempo pasa, mas con sentido, y es que hay una cierta apertura a la transcendencia, y el amor no es la pasión, y saberlo nos deja tranquilos, y la poesía es siembra que germina y da frutos, como el padre que trabaja la tierra. Y doy fe de que la poesía de Sevilla produce frutos: que le pregunten a mi alma. Y a mis versos, a los que yo escribo, pues aunque malos, me hacen mejor, y ya lo sé, y antes quizás no lo sabía. A Pedro Sevilla sus versos le han hecho mejor, lo dice él, y además son buenos y además nos han hecho mejores a otros.
La selección y el prólogo son de Enrique García-Máiquez. Y el prólogo es otra de esas genialidades suyas, ¡rayos y truenos!, de verdad, la anécdota del recital y la gracia con que lo cuenta le sirven de excusa perfecta para defender su tesis, tan original; el escritor podrá ser un fingidor, pero los lectores, esos, nosotros, sí que lo somos.
Acabo con un poema del libro.

PERO CON TODOS

Tal como los gitanos de mi pueblo,
que cuando están alegres se rompen la camisa
para que el pecho estalle
sin tropiezos de seda o de colores,
así quisiera yo romper las ataduras de estos versos,
descincharlos de ritmo y de medida
y esparcir, alta y rubia, mi alegría,
esta luz que he ganado
y que no cumplirá su destino de luz
mientras no sea de todos,
mientras no la comparta con vosotros.

4 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Fuera aparte el agradecimiento por mentar con tanto cariño mi prólogo, la reseña que haces es fantánstica. No solo por el entusiasmo merecido, sino por sus razones.

Artemi dijo...

Gracias a ti, Enrique, porque si no fuera por tus consejos no hubiera leído este libro, como tampoco el de Jesús. No dejes, si puedes, de recomendarme más libros; te lo agradecería infinito. Yo voy leyendo un poco lo que intuyo, pero seguro que muchas veces me equivoco. Me acabo de leer "El don de la ebriedad" y ahora estoy con Pound, pero de poesía española más actual estoy un poco perdido. Por cierto, también tengo por ahí la Poesía completa Benítez Reyes, que no he empezado, pero me gustaría saber tu opinión. Un abrazo y a ver cuándo nos conocemos en una barra de verdad (tengo una hermana que vive en el Puerto y si voy, que no lo veo fácil de momento) te avisaré, a ver si te haces un huequecillo en tu agenda. Un abrazo.

Anónimo dijo...

No he leído este libro, pero sí el de Sánchez Rosillo del que hablas, y me gusto porque es sincero desde la primera hasta la última página. Por cierto, el prologo también me gusto mucho, en este caso creo que era de Trapiello.

MIKI

E. G-Máiquez dijo...

Lo del Puerto y la barra y el hueco, dalo por hecho. Y según vaya leyendo te haré recomendaciones. Esta tarde he releído un libro ya antiguo, pero delicioso: Diarios de un holgazán de Frutos Soriano, en preciosa edición de La Veleta.