domingo, noviembre 04, 2007

Manalive, de G.K. Chesterton



Es frecuente escuchar que Chesterton era un mal novelista. Es casi seguro que la culpa de este prejuicio que se nos ha impuesto la tengan Jorge Luis Borges, que tanto lo admiraba, la mala prensa que en nuestros días padece la alegoría y algún que otro intelectual que no es capaz de reconocer en el inglés, a pesar de su genialidad, nada más que un católico converso enamorado de la Edad Media.
Con este prejuicio nos hemos leído muchos las novelas de Chesterton, y así, mientras celebrábamos y admirábamos sus ensayos y obra poética, denostábamos, haciéndonos eco de aquellos prejuicios, su obra novelesca.
Estamos llenos de prejuicios. Un día, hablando con un amigo sobre este asunto (aunque no era Chesterton el motivo de la conversación) me dijo que no creía en la educación por este motivo, porque consideraba que ésta consistía en llenar de ideas precocinadas por no se sabe muy bien quién la cabeza de los chicos, o incluso, por la buena fe y el gusto, no siempre acertado, de los maestros. De un profesor de la facultad aprendí a no leer las introducciones o prólogos de los libros, al menos, hasta haber leído las obras.

Manalive es la quinta novela de Chesterton que leo (creo que no tiene más), y la mejor, a pesar de que lo diga en la contraportada una tal Mircea Eliade. Aún más, me ha dado la clave para entender todas las demás.

Manalive (hombrevivo) tine algo que no poseen las demás novelas. A Innocent Smith (el personaje más maravilloso de las novelas de Chesterton) lo acusan de asesino, ladrón, bígamo y polígamo. En el improvisado juicio que se realiza en la casa de huéspedes va saliendo inocente de todos los cargos que contra él se empeñan en cargar el cientificista Cyrus Pym y el racionalista Warner.

No es un asesino, es un hombre que da la vida. La historia del renacimiento del decano de Brakespeare College, Cambridge, es sensacional, concebida (como el resto de las historias) como una verdadera trama policial. No es un ladrón y no es que codicie los bienes ajenos, es que ama tanto, con una desmesura tal, los bienes propios que no hay cabida para más. No es bígamo ni polígamo; ama tanto a su mujer que la rapta cien veces para gozar de cien lunas de miel, está enamorado tan radicalmente y se3 siente tan indigno da la vuelta al mundo durante catorce años, pues el mundo es redondo, para reencontrarse con su mujer, su casa y sus hijos.
Smith destruye las tradiciones, pero no quebranta los mandamientos, todo lo contrario que sucedía en aquella Inglaterra de principios de siglo, donde las tradiciones y las apariencias eran mucho más importantes que lo importante.

Sí, las novelas de Chesterton son alegóricas, y por eso, realistas, críticas, subversivas y bellas. Borges, el mejor admirador de Chesterton, se equivocaba en este punto. Y se equivocan, como yo antes, los que menosprecian las novelas chestertonianas por prejuicios fundados no en valores estéticos, sino morales, y aunque en boga, obsoletos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No tengo ningún prejuicio moral contra Chesterton pero sus novelas no me parecen buenas y no me lo parecian incluso antes de leer en alguno de sus libros (quizá en su autobiografía) que a él tampoco le gustaban.
Chesterton es uno de los pensadores-escritores mas originales de la historia de la literatura. Tengo la convicción de que su figura se irá agigantando de manera imparable a lo largo del tiempo, pero no era un buen novelista, al menos se puede decir, sin duda, que sus novelas no están a la altura de sus libros de pensamiento que sí están en la estratosfera literaria.