Os voy a echar un órdago…
Miembros del jurado, compañeros que concursáis, público, amigos…
Sí, he venido aquí… para echaros un órdago.
Estamos recordando la figura de un gran hombre que al fin y al cabo todo lo que hizo, o lo que hizo mejor, fue usar el lenguaje, las palabras, de un modo admirable. Yo no voy a tratar de convenceros de que leáis el Quijote (los que todavía no lo habéis hecho), ni voy a hablar de ningún aspecto relevante sobre Cervantes o su obra. Trataré de emularlo, con el lenguaje, claro. A mí me gusta el mus, quizás demasiado, y el órdago que os propongo es arriesgado, difícil de ganar, pero lo intentaré. Mi apuesta es la siguiente; lograré conmoveros, haceros partícipes de una experiencia estética, y lo haré, lo intentaré con mi discurso, porque efectivamente las palabras tienen un gran poder.
Como buen jugador de mus jugaré mis cuatro cartas, aquí están. Vosotros decidiréis al final quién gana pero os advierto que hay una trampa. Es probable que vaya de farol... Os voy enseñando mis cartas.
Caballo de espadas. Don Quijote en lontananza cabalga sobre un rucio flaco y alegre.
Es imposible pensar en don Quijote y no hacerlo, al instante, en su caballo, Rocinante. Nunca me imagino a Rocinante serio, o triste, ¿no os parece que siempre que lo traemos a la memoria su boca dibuja una sonrisa? Y es que a pesar del hambre, del frío o del calor, de las interminables caminatas, lleva encima a un gran señor, está haciendo algo grande, y él lo sabe. El caballero lleva una espada, pero su fuerza, por lo que nos ha ganado a todos, por lo que todos hoy le celebramos no es por las obras que hizo con la espada. Don Quijote encarna lo mejor del Hombre, la proeza moral de soñar cambiar el mundo y además intentarlo. Yo sueño con cambiar las cosas; que acaben las guerras, que no se rían de ese compañero de clase, con ser mejor hijo, mejor hermano, mejor amigo, pero ¿qué hago? Del sueño a la acción hay un paso, pero hay que darlo, y buen ejemplo da el manchego.
Mi segunda carta, la sota de bastos. Mi amigo Sancho Panza. Yo, la verdad, me identifico más con Sancho que con su amo, y no es que tenga barriga, bueno…, es que lo que veo no lo veo como el loco de la Mancha, el desánimo me gana, y de vez en vez, cuando esa lucidez, que algunos llaman locura, me invade y se apodera de mi alma, me estrello con el peso de todo lo que vale; el esfuerzo. Y cuando lo venzo, me siento dichoso, feliz, como Sancho, y al cabo vuelve el dolor, el desánimo, como a Sancho. Pero Sancho es mucho Sancho, y muchos Sanchos y yo me quedo con aquél que no quiere dejar morir al amo y con las lágrimas abrasándolo, le convida a seguir viviendo, a seguir luchando.
Mi tercera carta, el rey de oros. Eso somos nosotros, los lectores, cuando leemos la historia de Don Quijote de la Mancha, pues la fortuna y la belleza, aquello que simboliza el oro, lo hacemos nuestro mientras leemos ¿Quién no se siente enriquecido con semejante prodigio de prosa y con la bellísima historia que Cervantes soñó una vez para que otros hombres, otros siglos, otras noches la soñaran? ¿Quién no se emociona con lo sublime?... Cuando cerramos el libro, cuando acabamos El Quijote, ¿quién no siente que ha crecido, que es mejor hombre? Porque el Quijote no se acaba, lo mejor empieza tras la última página ¿Quién no tiembla ante la bondad del alma de Don Quijote, con la verdad de la vida de Sancho Panza, con la belleza de…?
Y por último, el As de corazones. Estaba claro: aquí está la trampa y Dulcinea del Toboso. No os dejéis engañar también vosotros: ¡es bellísima!, a pesar de que haya quien lo niegue. Lo que nadie duda es que es una bellísima persona, y su amor, el más fecundo. Si bien sabemos poco de ella sí sabemos lo mucho que provocó su belleza, lo que removió su amor, pues en todos sus actos Don Quijote la tenía a ella como principio, motor y fin de cuanto hacía. La más bella lección de Don Quijote es que nos enseña a amar, a amar y a dar la vida por un ideal y por una dama. Sólo por el hecho de ser, se merece el amor y la entrega, como cualquier dama, como cualquier hombre.
Ya enseñé mis cartas, treinta y uno. Pero no soy yo la mano, sois vosotros, y en vuestras manos, vuestros aplausos, está decidir si mi juego ha ganado. Muchas gracias.
lunes, abril 28, 2008
Don Quijote lleva juego
Un alumno de mi cole, bueno, un amigo, Nico Jorge, participó en un concurso de oratoria sobre la obra y la figura de Cervantes. Lo hizo de maravilla, de hecho, ganó. El concurso, organizado por la Sociedad Cervantina de Madrid, la Consejería de Educación de la Comunidad, el CAP de Retiro y la Universidad Camilo José Cela, estaba magníficamente organizado y me parece una iniciativa magnífica para recuperar y fomentar el arte de la oratoria. Lo más suculento del premio consistía en poner en escena el discurso el 23 de abril en un solemne acto en la Plaza de España. Os transcribo el discurso, aunque lo importante es verlo, por eso, en cuanto pueda colgarlo en youtube os lo mostraré. Para abrir boca, podéis leer el discurso:
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