¡Felicidades, Marta!

He tardado un día en felicitarte, pero ten en cuenta que soy la primera persona que te felicita los catorce años y un día. Y aunque supongo que no seré el único que lo hace con un poema, espero que te guste. Para los que no lo sepáis, Marta es mi sobrina, y su belleza es renacentista, aunque lo mejor de ella es esa otra belleza, la que no ven quienes no la conocen, la belleza de su alma. Está escrito en alejandrinos (más o menos) con rima asonante.

Tú, niña adolescente, acaso mujer joven,
atrás dejas la infancia, conservando sus dones.
Tus dorados cabellos, cuando Febo los acoge
me recuerdan el trigo de las tardes, y las flores
son reminiscencias de sonrojos de adobe
sobre tu blanca tez albina de algodones.

Tus ojos y tus labios, tus dientes y tu frente,
tu belleza y elegancia, tu soberana fuente
de la que brotan ya, de forma tan frecuente
poemas que no intuyes, poemas tan frecuentes
que sólo tanta gracia y la pluma de un demente
pueden provocar, aunque quizás no me entiendes.

Estos versos tenían tan sólo una intención:
celebrar tus abriles vividos con pasión.
Desde aquí, así, tu tío te dice que pensó
al escribir el poema en una dama y una flor.
No me soplaron, musa, los versos ruiseñor,
fue tu vida, tu recuerdo, tu sonrisa, tu voz.