lunes, febrero 22, 2010

Añoranza del pueblo

Siempre he querido tener un pueblo. Cuando era pequeñito mis amigos se iban al pueblo y me quedaba en mi barrio más solo que un tonto, hasta que empezaron a invitarme a sus pueblos cuando descubrieron que yo no tenía, pues mis padres son más de Madrid que el cocido. ¡Suerte de amigos que se me han regalado! Después, cuando crecimos, yo me reía un poco de mis amigos, porque lo del pueblo ya no tiraba tanto y los pobres tenían que irse de Madrid, cuando Madrid era una fiesta, al pueblo, que ahora solía ir acompañado de un epíteto que omito. Pero nos hemos hecho mayores, y de nuevo el pueblo ha perdido el epíteto y recobrado su magia y su encanto. Estos años, en los que he pasado tantos días en Ortigosa del Monte, Segovia, a los pies de la Mujer Muerta, ya no me puedo considerar huérfano de pueblo. Y me alegro.

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