domingo, junio 07, 2009

Un cuentecillo adolescente

Revisando cuentos descubrí esto. No es muy bueno, lo sé. Pero quizás a alguien le haga gracia. Un saludo desde la barra.

"Asistía en la Escuela a una apasionante clase del insigne catedrático Torras. Verán ustedes, ayer por la noche me quedé a ver el partido que echaban en diferido por la Dos, y no sé si esto tuvo que ver con el fenómeno tan curioso que experimenté; los párpados inferiores atraían irresistiblemente a los superiores como si fueran unos poderosos imanes. Esta tendencia a pegarse y juntarse iba unido a una especie de pérdida de conciencia o sensación de abandono de la realidad.

"Luchaba contra esta fatal atracción que me impedía comprender y aun ver las fórmulas que el profesor Torras explicaba en la pizarra. Pero, en un momento dado, párpados superiores e inferiores se juntaron definitivamente.

"Inexplicablemente, me encontré viajando por el espacio pilotando una pequeña nave hiperpropulsada. Viajaba, insisto, por el Universo, y esquivaba estrellas, planetas, satélites y meteoritos. Tenía miedo porque la nave iba muy rápido y con un pequeño giro del volante ésta daba vueltas sobre sí misma haciendo más difícil todavía la conducción, y como había una gran densidad de tráfico aéreo, pues estaba rodeado de naves similares a la mía, estuve a punto de estrellarme en más de una ocasión.

"El caso es que tuve que pegar un fuerte frenazo para no empotrarme con un gigantesco monstruo. La nave quedó parada y suspendida en la inmensidad del espacio. En frente, el indeseable ser me miraba fijamente. Se fue acercando lentamente hacia la nave. Hablaba un lenguaje extraño y no conseguí entender nada. Levantó su enorme brazo y lo dejó caer con gran fuerza sobre la parte delantera de la nave rompiendo todos los cristales y dañando seriamente los motores y el sistema de defensa.

"Los pilotos de las otras naves, que también se habían parado ante el indeseable ser que me atacaba, bajaron de las mismas. Imagínense cuál sería mi sorpresa al descubrir que flotaban en el aire y se balanceaban de un lado para otro; se retorcían como si un profundo dolor de estómago les acosase. Emitían una espacie de aullidos escandalosos y ridículos.

"Me hice cargo de la situación, o acababa yo con el horrible monstruo o él acabaría conmigo. El golpe, ya lo he dicho, destrozó todos los misiles y como los cristales estaban rotos por el puñetazo con que intentó asesinarme arranqué el asiento de mi nave y me preparé para lanzárselo a su espeluznante cabeza calva.

"Los pilotos de las otras naves, reponiéndose de sus dolores de estómago, intentaron evitarlo, (era evidente que se trataba de una conspiración inter-espacial para acabar conmigo), pero llegaron demasiado tarde; la silla le abrió la cabeza al monstruo asesino y acabé con él".

- Está bien, dijo el juez, puede sentarse. Tiene la palabra la acusación.

La señora de Torras, vestida de negro, abandonó cabizbaja la sala. La historia del "horrible monstruo" la conmocionó.

1 comentario:

Manolo dijo...

Juan, me das miedo tío...