sábado, noviembre 07, 2009

"Hacia abajo, al seno de la tierra/ ¡lejos del imperio de la luz!", Novalis

Esta mañana me he vuelto a armar de valor. He salido de mi casa a las ocho en punto, dispuesto a dejar mi Pacífico barrio como hago todos los viernes últimamente, bueno, y los lunes, martes… Dejando Gutenberg y la poesía del Poeta Esteban de Villegas...
Vile tan congojado
Por tal atrevimiento
Dar mil quejas al viento,
Para que al cielo santo
Lleve su tierno llanto,
Lleve su triste acento.

y también el Retiro, con su noche, a mi espalda, afronto de nuevo el rutinario descenso… a los cielos. Cruzo Menéndez Pelayo y saludo a aquel heterodoxo. Me dejo caer por Roncesvalles, con todas sus resonancias épicas. Como siempre, contemplo absorto la clínica dental con sus espeluznantes carteles de dientes mal puestos haciendo publicidad (?) y pienso en cómo o por qué todavía el vecino del edificio de enfrente, el del segundo, no ha puesto un “Se vende” en la ventana, como ya hizo el del primero. Quizás no le dio tiempo y ya se suicidó, o lo internaron en el doctor León. Pero apenas divago por estos vericuetos cuando me encuentro con la plaza de los Reyes Magos. Ya estoy en mi vecino barrio del Niño Jesús. Atravieso la majestuosa plaza y como en una carroza soy transportado a esa maravillosa curva en bajada donde Antonio Bienvenida me deja, con una verónica fantástica, en la bajada más intensa de La Virgen María. Desde allí veo el sol sobre las colinas de Vallecas, el parque de los Enamorados… Pero eso está allá, a lo lejos, en el horizonte. Me gusta que el sol me de en la cara a esas horas, y me gusta que sea en esa calle, que me lleva directamente, claro, a Jesús Aprendiz. Y yo, que voy a dar clase, empiezo a animarme, pensando en los maestros que tendría aquel Niño, y pensando que como todos los niños Él también admiraría a sus maestros… y me alegro por mis compañeros de Primaria. Ya he llegado a la avenida de Nazaret, y tras dejar a mi izquierda Samaria y a mi derecha Jericó, llego a ese purgatorio de Doctor Esquerdo, con sus atascos y sus ruidos. Pero en seguida cruzo y me planto en Astros, nuevo barrio, el de la Estrella, el del cielo, y también el del colegio. Todo tiene su lógica, extraña, paradójica en extremo (tanto que tardé en advertirla siete años andando estas calles mañana tras mañana). Paradoja doble si se piensa que todas las tardes, al volver, al caer el sol, asciendo –puñetera cuesta arriba- hacia Gutenberg y mi casa.

1 comentario:

Jorge S dijo...

Juan, esto es de lo mejor que he leido tuyo... Es una pasada como "artículo de costumbres", es genial para los que llevamos Madrid por dentro y conocemos esas zona... muy bueno.