lunes, febrero 08, 2010

Alto Jornal, de Claudio Rodríguez

Estoy leyendo la poesía completa de Claudio Rodríguez, (Tusquets, Barcelona 2009). El don de la ebriedad me recuerda que todo es un regalo del cielo y me asombra la magnanimidad del poeta que quiere dar su voz al aire para que en el aire sea de todos, e incluso sale de su voz esta queja:

qué sacrilegio este del cuerpo, este
de no poder ser hostia para darse.


El estilo es serio, el ritmo solemne, con verso blanco endecasílabo. Hace poco leí en esa curiosa historia de la literatura española de Umbral que a Claudio Rodríguez se lo tragó su estilo. Todavía no puedo opinar, pues ahora estoy leyendo su segundo libro, Conjuros, y ayer por la noche me detuve en este poema. Y me emociono por muchos motivos. Y como hoy es lunes y mira por dónde viniendo al trabajo me acordé del poema y como no tengo clase a primera hora decidí copiarlo, por si hay algún dichoso que ni lo sepa.


Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.

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