jueves, noviembre 21, 2013

Kandinsky



El espectador se aparta tranquilamente del artista, que no ve la finalidad de su vida en un arte sin metas sino que persigue objetivos más altos.
“Comprender” es formar y atraer al espectador al punto de vista del artista. Antes dijimos que el arte es hijo de su tiempo. Tal arte sólo puede repetir artísticamente lo que ya satura claramente la atmósfera del momento. Este arte, que no encierra ninguna potencia del fururo, que es sólo un hijo del tiempo y nunca crecerá hasta se engendrador del futuro, es un arte castrado. Tiene poca duración y muere moralmente en el momento en que desaparece la atmósfera que lo ha creado.
El otro arte, capaz de evolución, radica también en su periodo espiritual, pero no sólo es eco y espejo de él sino que posee una fuerza profética vivificadora, que puede actuar amplia y profundamente.
La vida espiritual, a la que también pertenece el arte y de la que el arte es uno de sus más poderosos agentes, es un movimiento complejo pero determinado, traducible a términos simples, que conduce hacia adelante y hacia arriba. Este movimiento es el del conocimiento. Puede adoptar diversas formas, pero en el fondo conserva siempre el mismo sentido interior, el mismo fin.
(…)
Él ve y enseña. A veces quisiera librarse de ese don superior que a menudo es una pesada cruz. Pero no puede. Acompañado de burlas y odio, arrastra hacia delante y cuesta arriba el pesado y obstinado carro de la Humanidad que no se atasca entre las piedras.


Kandinsky: De lo espiritual en el arte, trad. de Genoveva Dieterich, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona 1997 (1ª edición alemana 1912), pp. 24-25

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