lunes, noviembre 18, 2013

Juan Bautista Fuentes



Juan Bautista Fuentes (1955) es filósofo, profesor en la UCM, ex-marxista, an-tiutopista, ant-iapriorístico y anti-todo lo que últimamente detesto, y un intelectual honrado, que busca la verdad apasionadamente y al que no le importa rectificar y retractarse en favor de la verdad cuando es necesario (así, en su polémica con Gustavo Bueno hace ya varios años). Su estilo y argumentación son rigurosos, y si parece reiterativo en sus textos, siempre es para mayor  claridad en la exposición de sus argumentos (al menos en general, aunque el indiscriminado uso de la palabra “inexorable” no tiene nada que ver con esto, uso que por otra parte a mí me parece magnífico).

Mi primer contacto con su pensamiento fue un debate sobre Chesterton colgado en youtube. Y es que algo de chestertoniano, o mucho, tiene Fuentes. En este debate en torno a la  obra del inglés grande defiende la familia como la célula básica de la sociedad y la vida comunitaria como los dos grandes conceptos pre-políticos que están disolviéndose en la Modernidad y que se han de restaurar, que hay que rescatar.

Después leí La impostura freudiana (Encuentro, 2009), donde, al tiempo que desenmascara la institución del psicoanálisis, a Freud y otras terapias que sustituyen la psicoanalítica, realiza una de las mejores críticas de la Modernidad que he leído, especialmente en su capítulo 8. Allí advierte en la tradición y los dogmas católicos  (el dogma trinitario, la Encarnación y los referentes a la liberdtad, la Gracia y el pecado original) con su sutil equilibrio, el único proyecto históricamente viable para recuperar la vida familiar y comunitaria. En efecto, el liberalismo y todas sus derivaciones (incluyendo las distintas formas de marxismo) son precisamente los destructores o depredadores de la vida comunitaria, ya que subordinan esta (y su fundamento o célula básica, la familia) a lo técnico-económico. Esta esquemática síntesis es empobrecedora y no hace justicia  a las tesis de Fuentes, pero de momento lo dejo aquí, porque me interesa otro asunto. Sirva como introducción a quienes quieran conocer su obra.

Que la Modernidad (junto con su Postmodernidad) es una impostura es, a estas alturas del partido, tan innegable como imparable es su desarrollo. Y eso es lo que me inquieta. Pero volveré sobre este asunto. Ahora quiero referir lo que sigue; Inciarte desde la estética, MacIntyre desde la ética, etc. Ahora Fuentes desde la crítica histórico-antropológica. Bien… ¿Fuentes iba a dar una solución?

Leí entonces “Política, Metapolítica y Modernidad. El caso de España” (aquí). Fechado en junio y septiembre de 2013 es un análisis brillante, riguroso y excepcionalmente incorrecto (políticamente), lo que lo hace sumamente atractivo (como toda su obra). Sin embargo, me encuentro con tres dificultades. La primera es el esencial pesimismo que rezuma este texto -pesimismo comprensible, por otra parte, y si me resulta una dificultad es porque quizás yo mismo huyo de él, busco alguna salida-. La segunda, la incomprensión de la fuerza regeneradora y revitalizadora de la propia institución de la Iglesia. (Pero esta incomprensión es absolutamente disculpable). La tercera, la ausencia de propuestas.

 Y así es como leo “El Espacio Europeo de Educación Superior, o la siniestra necesidad del caos” (La balsa de piedra: revista de teoría y geoestrategia iberoamericana y mediterránea, ISSN-e 2255-047X, Nº. 3 (Abril-Junio), 2013) (aquí). Y allí me encuentro una fantástica crítica a la “sociedad de conocimiento” y la paradójica reforma universitaria del "Espacio Europeo de Educación Superior". Allí, precisamente, dice, invitando a desconfiar del discurso de cierto tipo de autoridades académicas: “se ha hecho punto menos que obligado comenzar toda consideración sobre el actual proceso de reforma (también, e incluso, por quienes parecen querer hacerle frente) reconociendo y proclamando, abierta y solemnemente, que la Universidad española requiere, sin duda alguna, de una profunda transformación o reforma (se supone que para mejor, naturalmente; puesto sólo faltaba que se dijera que para peor). Semejante aseveración, hecha así, en abstracto, no pasa de ser una mera tautología prácticamente irrefutable que, al menos de entrada, no dice nada, puesto que no hay ninguna institución humana que no sea en principio susceptible de reforma o de mejora. Por esta razón no deberemos aceptar nunca una aseveración semejante mientras no vaya inmediatamente acompañada de las precisas determinaciones relativas al sentido concreto en el que la reforma se demanda, determinaciones susceptibles de ser valoraras y discutidas, puesto que de otro modo dicha abstracta aseveración puede suponer ya la apertura de la vía para comenzar a ceder ante la reforma que se nos avecina, que, y precisamente tal y como se nos avecina, sí que constituye una muy determinada y completa transformación y reforma de la universidad, la peor posible”.

En este artículo, en efecto, propone a los estudiantes universitarios, a los profesores y a las autoridades una serie de pautas, por decirlo de alguna manera; propone modos de actuar, de comportarse. Con acierto y sentido común, según creo. Y eso es justamente lo que le pedía yo sobre la actitud a tomar frente a la Modernidad.

Y sigo buscano, y aunque no es mucho, ya es bastante lo que propone en esta breve conferencia (y aquí): “¿qué tenemos a nuestra disposición para reparar la vida comunitaria? Pues la solución es muy sencilla, es adoptar una actitud ante la vida tan humilde que consista básicamente en el agradecimiento. Es decir, allí donde halla que el primer movimiento del corazón, no sea el agradecimiento, es imposible la instalación de la vida comunitaria. Y por tanto, agradecer es dar las gracias a algo que uno entiende que le han regalado gratuitamente. Allí donde no hay sentido del agradecimiento es imposible la vida comunitaria. Y la vida comunitaria es precisamente compañía espiritual. Y la compañía espiritual, no es algo a lo que tengamos derecho. La compañía espiritual es algo que nos han regalado y que nosotros regalamos. Y por tanto, mientras no seamos capaces de asumir la idea de agradecimiento, no se crearán los pivotes sobre los cuales pueda haber vida comunitaria en función de la cual se podrá empezar a organizar un estado que sea capaz de controlar la situación económica. Y mientras esto no ocurra, no hay soluciones técnico-políticas, no hay soluciones técnico-económicas. La cuestión es cuándo esto podrá ocurrir”.

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