lunes, octubre 23, 2006

Es curioso, pero uno de los chistes más célebres que en mi infancia se contaban era aquel de uno de Lepe y el Dalai Lama. Cuando me leí El Libro del Buen Amor descubrí que ese chiste databa de la Edad media y que a mí me había llegado, muy probablemente, por la tradición oral, generación tras generación. Entonces me interesé de veras por esta tradición, recogí romances y canciones populares por pueblos de Andalucía (los tengo grabados, algún día le echaré un poco de tiempo y colgaré las grabaciones). El caso es que ayer os prometí un chiste, y como estoy preparando un examen para mis alumnos con un fragmento de este texto (menos mal que no leen el blog, creo) os lo cuelgo. Es largo, pero gracioso. Ahora me pregunto, ¿de dónde viene el mito de la Edad Media como una época oscura, gris y tenebrosa?; ¡nuestros mejores chistes se los inventaron ellos!).

Palabras son de sabio y díjolo Catón:
el hombre, entre las penas que tiene el corazón,
debe mezclar placeres y alegrar su razón,
pues las muchas tristezas mucho pecado son.


Como de cosas serias nadie puede reír,
algunos chistecillos tendré que introducir;
cada vez que los oigas no quieras discutir
a no ser en manera de trovar y decir.


Entiende bien mis dichos y medita su esencia
no me pase contigo lo que al doctor de Grecia
con el truhán romano de tan poca sapiencia,
cuando Roma pidió a los griegos su ciencia.


Así ocurrió que Roma de leyes carecía,
pidióselas a Grecia, que buenas las tenía.
Respondieron los griegos que no las merecía
ni había de entenderlas, ya que nada sabía.


Pero, si las quería para de ellas usar,
con los sabios de Grecia debería tratar,
mostrar si las comprende y merece lograr;
esta respuesta hermosa daban por se excusar.


Los romanos mostraron en seguida su agrado;
la disputa aceptaron en contrato firmado,
mas, como no entendían idioma desusado,
pidieron dialogar por señas de letrado.


Fijaron una fecha para ir a contender;
los romanos se afligen, no sabiendo qué hacer,
pues, al no ser letrados, no podrán entender
a los griegos doctores y su mucho saber.


Estando en esta cuita, sugirió un ciudadano
tomar para el certamen a un bellaco romano
que, como Dios quisiera, señales con la mano
hiciera en la disputa y fue consejo sano.


A un gran bellaco astuto se apresuran a ir
y le dicen: -"Con Grecia hemos de discutir;
por disputar por señas, lo que quieras pedir
te daremos, si sabes de este trance salir".


Vistiéronle muy ricos paños de gran valía
cual si fuese doctor en la filosofía.
Dijo desde un sitial, con bravuconería:
"Ya pueden venir griegos con su sabiduría".

Entonces llegó un griego, doctor muy esmerado,
famoso entre los griegos, entre todos loado;
subió en otro sitial, todo el pueblo juntado.
Comenzaron sus señas, como era lo tratado.


El griego, reposado, se levantó a mostrar
un dedo, el que tenemos más cerca del pulgar,
y luego se sentó en el mismo lugar.
Levantóse el bigardo, frunce el ceño al mirar.


Mostró luego tres dedos hacia el griego tendidos
el pulgar y otros dos con aquél recogidos
a manera de arpón, los otros encogidos.
Sientáse luego el necio, mirando sus vestidos.


Levantándose el griego, tendió la palma llana
y volvióse a sentar, tranquila su alma sana;
levántase el bellaco con fantasía vana,
mostró el puño cerrado, de pelea con gana.


Ante todos los suyos opina el sabio griego:
"Merecen los romanos la ley, no se la niego".
Levantáronse todos con paz y con sosiego,
¡gran honra tuvo Roma por un vil andariego!


Preguntaron al griego qué fue lo discutido
y lo que aquel romano le había respondido:
"Afirmé que hay un Dios y el romano entendido
tres en uno, me dijo, con su signo seguido.


"Yo: que en la mano tiene todo a su voluntad;
él: que domina al mundo su poder, y es verdad.
Si saben comprender la Santa Trinidad,
de las leyes merecen tener seguridad."


Preguntan al bellaco por su interpretación:
"Echarme un ojo fuera, tal era su intención
al enseñar un dedo, y con indignación
le respondí airado, con determinación,


que yo le quebraría, delante de las gentes,
con dos dedos los ojos, con el pulgar los dientes.
Dijo él que su yo no le paraba mientes,
a palmadas pondría mis orejas calientes.


"Entonces hice seña de darle una puñada
que ni en toda su vida la vería vengada;
cuando vio la pelea tan mal aparejada
no siguió amenazando a quien no teme nada".


Por eso afirma el dicho de aquella vieja ardida
que no hay mala palabra si no es a mal tenida,
toda frase es bien dicha cuando es bien entendida.
Entiende bien mi libro, tendrás buena guarida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy el anónimo de 16 años que te escribió hace tiempo. Me alegra que comienzes de nuevo. Me alegro por tus poesías. Tendré que enseñarte las mías. Podrías corregírmelas. Siempre estoy abierto a correcciones. Empezaré un blog para ponerlas. Te informaré. Ya te contaré porque no me he leído Yerma y Bodas de sangre, se te habrá escapado algún detalle. Tendremos tiempo de hablar de cine y música también.
¿Te gustan los clásicos de John Ford? ¿Conoces a Woody Guthrie?
La poesía está en muchos sitios.

Anónimo dijo...

Qué alegría que vuelvas por la barra. Empieza el blog y no dejes de avisarme. De John Ford me encanta "El Hombre tranquilo". Por cierto, aunque en esta barra se concede el derecho al anonimato, ¿no sería mejor que me dieras algún nombre? Por ejemplo el tuyo, así esto sería menos impersonal, más humano. Sigue leyendo, viendo buen cine... Y lo más importante, suena un poco cursi, pero es verdad, lo que dices de que la poesía está en todas partes; la poesía está en la vida. La literatura o el cine intentan atraparla, reflejarla, pero lo importante es hacer con nuestra vida un poema (el mío está lleno de tachones, pero va quedando apañadillo, creo). Un abrazo.

Anónimo dijo...

Demasiado tiempo para escribir, y poco para mandarme un teléfono...

Anónimo dijo...

Bien, bien, mi nombre es Jesús, así de personal. Ya tengo el blog, he colgado dos poemas. Míratelos y comenta algo.
www.ultimocielorojo.blogspot.com

Anónimo dijo...

Perdonad que me meta. Hola, Jesús, ya te había fichado. Por tus gustos y el dato de que eres de la tierra de Artemi. Je,je, qué pequeño es el mundo.
Máximo