martes, diciembre 12, 2006

México

Hoy se celebra la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Hace nueve años crucé el charco y estuve un mes en México D.F., en el Valle de Chalco, un chabolarario con un millón de habitantes. Espero que todo aquello haya cambiado. La verdad es que fueron las mejores vacaciones de mi vida. Quince universitarios, con una ONG, Cooperación Internacional, estuvimos dando clases a niños de Ixtapaluca durante ese tiempo y el recuerdo es imborrable. Lo que nunca olvidaré, lo que más me impactó fue la alegría de aquellos chiquitos; no tenían nada, pero nada; sus casas eran paupérrimas, sus ropas remiendos, sus familias, habitualmente destrozadas por la bebida.
Muchos nunca habían salido del barrio (para la mayoría, un día que fuimos de excursión a los cerros de al lado fue la primera vez que "viajaban")... Sin embargo jamás la sonrisa abandonaba sus labios. Es curoso, pero me hizo, y me hace pensar mucho. Aquí tenemos de todo, y cuanto más tenemos, más insatisfechos estamos. Los niños se encietrran en sus casas con la Play y la tele, no tienen personalidad porque no la necesitan (ya lo tienen todo), pero no tienen la sonrisa, la alegría de aquella gente.
Durante dos o tres años me estuve carteando con alguno de los cuarenta niños de diez años a los que daba clase. Sus cartas y las fotos de aquel verano es lo único que me gustaría no perder cuando me cambie de barrio, cosa que está al caer.
A la Villita, lugar donde se venera a la Virgen de Guadalupe, me escapaba siempre que podía. Están en buenas manos. Ojalá vuelva. México y su gente me enamoró. La Guadalupana también.

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