domingo, marzo 11, 2007

Los ríos son los únicos que no pueden dar marcha atrás. Lo iba a borrar, fui sincero, pero escribí hoy un poemita prologado por un ensayo y tenía que compartirlo. Cuando alguien escribe es para ser leído, al menos en mi caso es así, y por fin había encontrado el canal. No fue una treta ni nada para hacerme el interesante, os lo aseguro, soy idiotista, o si lo preferís, idiota (en el sentido tan noble que Dostoievski concede a la palabra). Total, que lo siento por las grimosidades que he dicho o he hecho decir y ahí va el ensayito y el poema. Un saludo desde la barra (qué alegría poder volver a decir estas palabras):
Un día, reflexionando sobre el arte realista y el imperativo ético que los creadores mismos se imponen, y que quizá nosotros les exigimos, a saber, la sinceridad y la honradez, me preguntaba si en algunas ocasiones deben callar. Hay abismos en el alma, recónditos, oscuros, vertiginosos, atractivos, que a veces nos invaden, parece que se adueñan de todo lo demás. Son reales, son una parte de la realidad que está en nosotros.
Pablo Neruda, el gran poeta chileno, renegó de su libro Residencia en la tierra. No lo hizo por motivos ideológicos, como puede pensarse. Lo hizo tras conocer la triste noticia de un chico que se suicidó; entre las pertenencias que le encontraron tras su viaje hacia la muerte había una edición del libro citado.
El artista no debe, no puede dejar de ser sincero, pero se me ocurre que a lo mejor sí debe saber callar a tiempo. El tobogán que nos sumerge en la tristeza del alma desliza de maravilla, de manera grata y hasta delicada, nos embauca, por eso es difícil frenar la caída, asirse a los laterales, frenar y saltar fuera.
Hoy es un día soleado, y mi alma también está soleada, quizá por el rocío, que dicen que es el sudor de los ruiseñores, pero que bien pueden ser las lágrimas de la dicha. Por eso escribí este poema en apenas tres minutos (ya lo retocaré). Mi reflexión es la siguiente: si la literatura contemporánea está tan llena de amargura, una amargura que no respeta ningún tipo de pudor, poniendo al desnudo toda la miseria que somos, ¿por qué no publicar yo este poema? Es el recuerdo de mi primer amor (primero y último, primero y constante a pesar de momentos de niebla, de frío y de escarcha). Ando embriagado en una suerte de felicidad, (no producida por ningún producto de mi otra barra). No podía no compartirlo.


Fue un diciembre soleado
Hace ya tantos años…
Fue un diciembre que podía ser mayo,
Con sus flores, con sus aguas, sus lagartos.
Fue un diciembre y en tal año
Que sellamos ambos nuestros días,
Nuestras vidas, nuestras miras.
Lo que se ha difuminado

Es el día que nuestros ojos tropezaron,
En que nuestras manos por primera vez se rozaron,
En que nuestros labios se conocieron,
En que el corazón palpitante
No cabía en el atlas de la escuela.

Hoy es marzo,
¡Han pasado tantos años!
Es un día soleado.
A veces pienso que cuando sellamos,
Allá por diciembre y en tal año,
Nuestros días, nuestras vidas, nuestras miras…
Nos encadenamos.

Pero hoy, los almendros en flor,
Las terrazas abarrotadas,
Los paseos y jardines conquistados
Por las risas de los niños
Por los besos de enamorados

Surgió el milagro,
El roce de tu mano con mi mano,
Nuestros ojos se cruzaron con los rayos,
Nuestros labios reconociéndose de nuevo,
Soy un hombre feliz, sí,
Y que me perdonen los tristes,
Los solos, los desarraigados.
Yo a veces soy vosotros.
Hoy, ya lo he dicho,
La dicha me abraza.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Menos mal que ni tú no yo somos ríos, querido Artemi. Menos mal que nos dejas este poema-ensayo-raro. Menos mal que es ¡GENIAL!. Muchas gracias por esta vualta atrás, en el mejor sentido de la palabra.. y ¡SIGUE! Que lástima que me haya descubierto... bueno, siempre es mejor ser conocido que anónimo

Anónimo dijo...

Bueno, un gran poema y un gran ensayo, te felicito, Artemi.
También te felicito esa vuelta atrás, esa reconsideración.
Te voy a decir también otra cosa:
Muchas gracias por volver a a comprometerte con esta criaturita rosa, que hace nuestras tardes tan felices, después de un duro día de trabajo.

Muchas gracias

taitotean

Anónimo dijo...

Añadir, sin embargo, quiero, una idea más a los anteriores comentarios:
estoy feliz porque has vuelto a comprometerte ,como bien dice taitotean, pero no me gustó el tiempo(malo, por cierto) que nos hiciste pasar al darnos la horrible noticia de que nos dejabas.
Por eso, Artemi, te reprocho


El otro día entré a una tienda, y vi, en la sección de alcohol, un ron muy especial, su marca era...
¡¡¡ARTEMI!!!

Vaya coincidencia ¿no?

Gonzalo dijo...

Tienes razón. Y es que la melancolía tiene algo que sobrecoge, que repele y atrae a la vez.
Hace mucho tiempo un viejo amigo me dijo que todos los días hay un tiempo para reír y un tiempo para llorar. Creo que hay algo de cierto en eso, aunque lo reconozco: las lágrimas más dulces son las de alegría.

Anónimo dijo...

y eso es todo...pues haberlo borrao!!!