Recuerdo de Chauchina

No sé a cuento de qué me he acordado de aquella tórrida tarde de julio, hace tres años. Chauchina (Granada) es una población situada junto al aeropuerto de la ciudad más bella de España (sí, es discutible), en un valle rico en albercas y de tierra generosa, abundan los cultivos y los barrizales. Veinte días de julio los pasé en una zona poligonera de dicho pueblo. La vista de la habitación, una fábrica, “Patatas Tejero”. A la izquierda, el aeropuerto, con sus ruidos. Hasta donde la vista alcanzaba todo eran fábricas o descampados en obras, secarrales o barrizales (era difícil encontrar un término medio). Y allí, en ese preciso entorno, tuve una de aquellas experiencias estéticas que nunca se olvidan y que en momentos como el de hoy vuelven a la memoria. Estaba paseando junto a una valla oxidada con un par de amigos. Aunque el sol estaba dando ya un lento beso a la línea del horizonte el calor era denso. Y allí, al otro lado, entre fragua y fragua, dos ancianos paseaban de la mano. Él, más alto, la boina calada, pitillo en boca. Ella, guapa, con esa belleza sencilla de las mujeres de campo, arrugada y morena. Se sentaron en unas cajas y contemplaron la puesta de sol, siempre mano con mano. Os aseguro que es la escena de amor más bonita que he visto en mi vida. Una suerte de regocijo interno invadió mi alma y lo vuelve a hacer ahora que lo recuerdo. Se lo conté a mis amigos y se quedaron flipados. Diría yo que hasta preocupados.