domingo, enero 20, 2008

Contradicción en la Cuesta Moyano, caseta 22


Todo estaba en su sitio: los árboles, los edificios, los chiquillos, los viejitos... Paseaba feliz, bajo un sol que acariciaba las mejillas, era como el beso que la Naturaleza me daba después de haber estado dos días encerrado en mi cuarto, enfermo. Los pájaros y la conversación con un amigo resultaban la mejor música ambiental. Llegamos a la mítica cuesta, que yo asocio (asociaba) a sonrisas, amabilidad, cultura y humanismo. Mi amigo buscaba un libro sobre títeres, y tras buscar y rebuscar, lo encontramos; una edición cutre, vieja y fea, pero justo lo que queríamos. ¡Vaya! No tiene precio, qué casualidad. ¿Cuánto es? Quince euros. La vendedora nos vio cara de idiotas, o quizás nos vio interesados en el libro (es lo malo de no saber engañar, bueno, de no proponérselo). Mi pobre amigo, sacó todo su dinero. 14.80. Sabíamos del arte del regateo. Lo hemos hecho muchas veces. Pero en fin, ante una estafadora no merece la pena. El caso es que le decimos que nos faltan 20 céntimos. "No" "Adiós".
Yo me pregunto: ¿Qué ha pasado? ¿Y el humanismo? ¿Y la sonrisa? Les han puesto un paseo, un jardín, está bonito, pero la belleza de antes, la que la gente aprecia de veras, la que hacía de la cuesta Moyano un lugar entrañable y lleno de poesía eran las personas que la habitaban, especialmente los libreros. Si vais por la Cuesta, algo que os recomiendo, dar un rodeo por la 22, ni miréis, una mujer os mirará desde los cristales de sus gafas y urdirá un precio injusto, según vuestra apariencia... Lo que nos dolió a mi amigo y a mí no es volver a casa sin el libro. Si queréis pasear felices, con el sol, las flores y las gentes, si queréis que esa felicidad no la enturbie una caseta (ya no hablamos de una persona) insisto, dar un rodeo cuando lleguéis a la 22.

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