jueves, mayo 29, 2008

El idiota, de Akira Kurosawa

Sólo un genio como Kurosawa podía intentar llevar a la pantalla la gran novela de Dostoievski. Tarkovski lo tuvo en mente, pero se tuvo que conformar con el homenaje que rinde a la novela en Sacrificio. Lo primero que llama la atención de El Idiota, (Japón 1951)es la fidelidad (relativa, claro) de Kurosawa a la novela original; ese respeto y esa delicadeza con la que un artista reinterpreta la creación de otro siempre es de agradecer. Consecuencia de esto es la uiversalidad de la historia que cuenta; que el personaje y la ambientación sea rusa, japonesa o mexicana es lo de menos, porque lo que transciende son sus personajes, seres humanos, y su traje o color de piel es lo de menos.


El personaje del idiota encandila. La esencia de su personalidad es, como dice Ayako, la capacidad de amar al prójimo como nadie hace, sin odios. Además, su sensibilidad para descubrir el dolor ajeno, su sencillez y su sinceridad le hacen merecedor del honorable título de "idiota". Dostoievski, al escribir la novela, pretendía mostrar el ideal de caballero, de príncipe, de hombre cristiano. Muchos otros autores lo han hecho desde Castiglione hasta nuestros días.

Al ver la película es imposible no compararla con la novela, y en ese sentido Kurosawa no gana la partida, claro, pues el genio de Dostoievski concibió una obra gigante, en extensión y profundidad. Kurosawa rodó 265 minutos, pero la productora le obligó a cortar cien. Son dos obras de arte distintas, que no se pueden ni deben comparar. Una gran película, quizá no de las mejores del maestro nipón.
Ser idiota, en este noble sentido de la palabra, es, desde que leí la novela rusa, mi máxima aspiración. Kurosawa, otro idiotista, nos muestra la belleza de este ideal.

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