domingo, junio 01, 2008

Solaris, de Tarkovski: un poema a la tierra

Solaris (Andrei Tarkovski, Rusia 1972) es, ante todo, pero no sólo, un poema a la tierra. El principio y el final de la película son, a mi entender, lo mejor: primero, unas imágenes sobre la naturaleza rusa, tan serena, tan clásica, tan bella. Una de las mayores genialidades de Tarkovski son sus tomas del agua, tomas complejas sobre las que Akira Kurosawa sentía tanta admiración. El cariño, la ternura con la que el genio ruso se recrea en la naturaleza y en la alberca de la dacha son espectaculares, conmovedoras, apasionadas. Un director que sabe detenerse en una hoja, en un insecto, en una lluvia... Sólo en Kitano y en Majid Majidi he encontrado ese detenimiento en la mirada y esa sensibilidad. La novela en la que se inspira la película (homónima, del polaco Stanislaw Lem) no contemplaba estas reflexiones. Os muestro a continuación el comienzo de Solaris, junto con el final, lo mejor de la película a mi entender. Disfrutadlo. Fijaros en las tomas del agua. Akira Kurosawa no consiguió unas imágenes tan bellas del agua hasta muchos años después, y es algo que admiraba en Tarkovski, director al que rendía devoción y envidiaba sobre todo por la belleza de las tomas que sobre el agua el ruso conseguía.





El protagonista pasa largo tiempo en la estación Solaris, pero a eso le dedicaré otro artículo. Ahora volvemos al final. El sicólogo protagonista de nuestra historia ha pasado un tiempo en la tierra. De las reflexiones filosóficas ya hablaremos. Ahora fijaros en su vuelta a la tierra. La lluvia (también dentro de la casa) y el abrazo del padre, que nos recuerda inevitablemente a Rembrandt, son el mejor colofón posible. Debo explicar que las relaciones entre padre e hijo no eran muy fluidas, pues no hablaban demasiado. Esta es la última escena de la película, y otra vez la música de Bach.



En fin, ya sé que ha sido una explicación un poco desordenada, pero así debe ser. Esto es para abrir el apetito, un día con calma escribiré algo más serio. Hoy la emoción me atusa y las palabras no me alcanzan a la mente.

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